Por primera vez me atrevo a revelar un
secreto que he mantenido en estricta reserva por mucho tiempo y que
atañe a una parte de mi vida caracterizada por la turbación, la culpa y
la oscuridad, por una parte, y por el goce y el disfrute de los deleites
carnales sin límite, por otra.
Fui madre muy tempranamente en mi vida
de un bello varón. El padre del bebé en gestación se hizo humo, se
desentendió de su paternidad. Mi familia, por otra parte, me repudió y
me envió a un convento de monjas de claustro. Yo era muy joven, estaba
muerta de miedo, colmada de incertidumbres y, encima, estaba encinta. Lo
veía todo negro, sin perspectivas, sin futuro. Sin embargo, ese
monasterio no parecía tan malo dentro de todo. En aquel lugar me ganaba
el sustento y el cobijo propio y el de mi niño trabajando de sol a sol
para las monjas. Hacía labores de limpieza, de criada.
A medida que mi hijo fue creciendo fue
necesitando de instrucción. Yo no quería quedar al margen y delegar
completamente la educación de mi hijo en terceras personas y por eso
decidí prepararme para estar a la altura. Terminé mi educación
secundaria por medio de cursos por correspondencia y exámenes libres
validados por el Ministerio de Educación. Más tarde proseguí estudios
superiores a través de un sistema, pionero en aquel entonces, de
educación a distancia vía Internet. En eso las monjas me apoyaron mucho,
me pasaron un ordenador para mi uso exclusivo y el servicio de Internet
ilimitado estaba en todo el convento. Con mucho esfuerzo me gradué en
administración y dirección de empresas, con énfasis en finanzas, en una
universidad pública.
Con mis nuevos conocimientos las monjas
me ofrecieron un puesto de trabajo en el área de administración del
monasterio. Me empezaron a pagar una remuneración justa y habilitaron
para mí y mi hijo un pequeño apartamento en un sector aislado e
independiente de la abadía. Esta vivienda, que reemplazó al cuarto que
nos había servido de albergue por años, constaba de dos habitaciones, un
pequeño salón-comedor, cocina y un baño. Era muy mono y estaba
amueblado y sobriamente decorado.
Con el tiempo me nombraron
Administradora General del convento y, más tarde, también asesora
financiera de la orden a la que pertenecían las monjas. Tenía un sueldo
bastante bueno, incluso mejor que el promedio de mercado para cargos de
trabajo análogos, considerando que teníamos vivienda, servicios básicos
y alimentación sin coste extra.
La relación con mi hijo siempre fue muy
estrecha, granítica. A medida que él se hacía hombre, guapo, varonil,
amable, seductor innato, deportista, estudioso, etc., yo lo dejé de ver
como al niño indefenso que requería de protección y lo comencé a ver
como al varón de la casa, la figura masculina de nuestra familia.
Poco a poco lo empecé a admirar tanto
por sus logros en el plano educativo como por sus cualidades personales.
Después me atrajo también su virilidad, su vigor, su cuerpo fornido y
bien tonificado, su porte, su estampa de galán. Sí, me fui sintiendo con
el paso del tiempo, cautivada, deslumbrada, embelesada por mi hijo. Sin
embargo, al mismo tiempo, experimentaba culpa por aquello que había
germinado en mí. Era algo que los cánones de la sociedad decían que no
debía ser, que no era correcto. Tampoco sabía si mi sentimiento era
correspondido por mi hijo. Muchas veces una vocecilla interna, un
grillo, voceaba insistentemente en mi mente:
—¡ábate, quítate del camino sentimental, sexual de tu hijo y cíñete estrictamente a tu rol de madre!
Pero no quería, o más bien dicho, no
podía, era superior a mí, no tenía las fuerzas suficientes para hacerlo.
Sentía que me encontraba más allá del punto de retorno, no podía
detenerme.
Traté de subyugar aquellos pensamientos
impuros, impropios de una madre para con su hijo, según los preceptos de
la sociedad en la que vivía. Pero solo logré disimularlos, encubrirlos
ante él y la demás gente. Pero durante mis solitarias noches resurgían
con ímpetu y brío, con impudicia asombrosa. Cada noche me masturbaba,
estimulaba mis genitales y mis zonas erógenas manualmente, y
experimentaba uno o varios desfogues lujuriosa y colosalmente
placenteros pensando en que mi hijo me follaba, en que yo rodeaba el
glande de su rabo con mis labios y luego le chupaba la polla, en que su
semen caliente bañaba mis tetas o llenaba mi vagina, en que mis fluidos
íntimos eran sorbidos y paladeados por él con ansia, con fruición.
Al principio, después de hacerlo, de
autosatisfacerme pensando en que mi hijo me hacía su mujer, me follaba
con pasión, me sentía culposa, sucia. Con el paso del tiempo ya no
experimenté tanto dicha sensación, cada día menos, pues por una
indescifrable razón fui racionalizando poco a poco el tema, le fui
sustrayendo la carga moral impuesta exógenamente, le fui quitando
paulatinamente el peso de las reglas sociales y religiosas y me liberé,
me emancipé de las ligaduras que no me dejabar gozar a plenitud. Me
autoconvencí que no era algo para estar verecunda, pues solo era una de
las muchas formas que tiene la sexualidad de manifestarse. Entonces me
abrí al goce masturbatorio incestuoso en toda su integridad. Pero hasta
entonces no pasaba de ahí. Lo hacía en secreto, en silencio, a oscuras,
con sigilo. Convertí a mi cama en un testigo ignoto y afásico de mi
accionar nocturno, de mis anhelos impúdicos, lascivos, concupiscentes,
del apetito carnal desbordado para con mi hijo.
Una noche, en medio de una sesión de
onanismo, me levanté a buscar agua helada a la cocina. Estaba excitada,
caliente, y pensé, ilusamente, que un poco de agua helada aplacaría mi
fuego interno, aminoraría las llamas del deseo sexual incestuoso.
Por lo avanzado de la noche creí que mi
hijo dormía profundamente y por eso me levanté tal y como me metía en la
cama todas las noches: sin ropa interior alguna y con un camisón corto,
de tela delgada. Esta vez, además, el tejido del que estaba
confeccionada mi camisa de dormir era semitransparente, dejaba ver con
claridad mi figura delgada, mis tetas voluptuosas con sus pezones
erectos, mi cintura de bailarina de ballet, parte de mi vagina y vello
púbico cuidadosamente rasurado en forma de pequeño triángulo. Por detrás
mi culo compacto, redondeado y respingón también quedaba expuesto.
Completaban el cuadro una melena rubia, un rostro grácil de finas
facciones, un par de ojos color azul celeste, una boca enmarcada en unos
labios carnosos y sugestivos, amén de unas piernas esbeltas, blancas,
tersas y bien torneadas, fortalecidas y vigorosas.
Estando en la cocina escuché unos pasos aproximarse y la voz de mi hijo decir:
—¡mamá!
Me giré hacia la puerta de la cocina sin
tomar conciencia de mi semidesnudez ni de los signos físicos de mi
estado de excitación sexual. Vi a mi hijo con el torso y piernas
desnudas, cubriendo sus partes pudendas con un diminuto slip que hacía resaltar su pene gordo y largo.
—Parece que … a ti…también…te dio…sed
—me dijo con voz entrecortada al observar, como nunca antes, mi cuerpo
semidesnudo expuesto a su mirada penetrante.
En aquella ocasión noté por primera vez
que mi hijo me miró con ojos libidinosos, lujuriosos. Incluso alcancé a
atisbar, antes que parapetara su entrepierna contra un mueble de la
cocina, que su rabo se levantaba deprisa. Eso me dio a entender a las
claras que mi hijo podía sentirse atraído sexualmente por mí, que me
podía ver como lo que era, una mujer con apariencia juvenil, atractiva,
sensual, capaz de sentir y dar dicha carnal, y no solamente como a una
madre.
Aquella noche, aquella situación, marcó
un punto de inflexión, un antes y un después, en la relación de mi hijo
conmigo y viceversa. Yo comencé a comportarme diferente frente a mi
hijo. Me propuse seducirlo, tentarlo con cierto disimulo. Me empecé a
duchar con la puerta del baño entreabierta, me cambiaba ropa sin cerrar
la puerta de mi cuarto, en casa andaba con ropa sexy, vestidos
cortos, braguitas minúsculas, pechos sin sujetador y, quizás lo más
relevante, una actitud liberal y de seducción continua, una conducta que
daba a entender, más allá de lo aparente, que esta mujer quería
conquistar a ese hombre, a esa encarnación viva del deseo en que se
había transformado mi hijo.
Él también hizo cambios: se paseaba a
menudo en calzoncillos o bañador por la casa, me miraba repetidamente y
sin pudor mi escote, mis tetas desnudas, desprovistas de sostén; clavaba
su mirada en mi culo, en mi entrepierna, me fisgoneaba cada vez que me
duchaba y cambiaba de ropa. Unas cuantas veces lo vi masturbarse al
interior de su dormitorio al tiempo que pronunciaba entre dientes cosas
como:
—Así mamá, chúpemela entera, lame mis huevos, bébete mi leche, mami.
—Mamá dame tu culito para
follártelo…para rompértelo. Abre tus piernas para que mi polla entre en
tu coño y te haga gozar, te haga correrte a lo bestia.
—Mamá, déjame chuparte las tetas,
acariciarte con mi lengua tu clítoris, succionar y beber con mi boca tus
jugos íntimos, comer a besos y caricias tu ojete anal,…
—Así mamá, pajéame hasta que me corra y mi leche bañe tu cara y empape tus tetas.
La primera vez que presencié uno de
estos actos y oi una de estas frases quedé atónita, pasmada, incrédula
en un primer momento. Al minuto siguiente me venía una sensación de
dicha por sentirme ansiada, apetecida por quien yo tanto deseaba
carnalmente.
Varias veces en mi trabajo, luego de
aquello, a solas en mi despacho, venían a mi mente imágenes de mi hijo
cascándose el pene y retumbaban en mi cabeza aquellas frases guarras,
obscenas, golfas que aludían a mí. Me excitaba de sobremanera al punto
que debía concurrir al baño de mi despacho para alivianar la calentura
con mis dedos, con gemidos sordos, enmudecidos por temor a ser
sorprendida por una de las monjas.
Un viernes después del trabajo llegué a
mi casa y al creer que mi hijo no estaba, me desnudé en mi cuarto y me
fui así al baño para tomar una ducha reparadora. De vuelta a mi
habitación vislumbré por el rabillo de un ojo a mi hijo, oculto en un
rincón de su cuarto, pajeándose y mascullando sus frases guarras ya
habituales. Impulsivamente me detuve, desnuda como estaba, y me asomé a
mirar y oír.
—Así mamá, córrete, córrete y déjame sorber el elixir de tu coño con mi boca.
Sentí un escalofrío de fogosidad, de
vivo deseo sexual, que me estremeció y recorrió mi cuerpo de la cabeza a
los pies. Apenas pude corrí a mi cuarto y me encerré por más de una
hora, aunque mi real anhelo era abordar a mi hijo y follar con él hasta
quedar agotados, con mi cuerpo regado de semen y el suyo empapado con
mis jugos vaginales.
Luego de tranquilizarme salí de mi
dormitorio y fui a la cocina a calentar la cena que la monja a cargo de
la cocina me había pasado al salir de mi trabajo.
Cenamos con abundante vino y conversamos
de temas cotidianos y triviales, No obstante, mis achispados sentidos
captaban algo extraño en el ambiente, algo que estaba a punto de bullir,
de explosionar, de estallar. De pronto, en medio de la sobremesa y de
mis cavilaciones, mi hijo me espeta:
—Mamá ¿me harías un favor?
—Sí, por supuesto cariño ¿de qué se
trata? —respondí casi musitando, embargada por la sorpresa y por el
temor —y la secreta esperanza— de que se tratara de algo vinculado con
lo ocurrido hacía un rato y con la sensación ambiente por mí percibida.
—¿me dejarías bailar contigo, bailar juntitos algo romántico y sensual?
—¿sensual?
—Sí mamá, sensual, como un hombre y una
mujer que se quieren ¿o me vas a negar que me quieres, que nos queremos
más allá de como madre e hijo?
Un silencio sepulcral inundó el lugar.
Sabía para dónde iba esa invitación, sus palabras lo trasuntaban
nítidamente. Quise negarme, excusarme de cualquier manera, pero no podía
porque él decía la verdad. Yo lo deseaba, nos deseábamos como un hombre
y una mujer. Además el alcohol me hacía estar más desinhibida y con
menos control de mi misma, avivaba la calentura que aún llevaba en el
cuerpo.
—¿qué dices mamá? ¿bailamos? —insistió inquisitivamente.
—Sí —susurré excitada, caliente.
En un pispás estaba entre sus brazos,
cogida de la cintura, con nuestros cuerpos muy cercanos y danzando con
música suave, sensual, sugerente, provocativa.
Con el transcurrir del baile, mi hijo
fue pegando su cuerpo al mío hasta el punto que mis tetas se hundían en
su pecho y mi entrepierna húmeda abrazaba alegremente su pene. Recuerdo
como si fuera hoy que en aquel instante me desaté, perdí el escaso
control que aún mantenía de mi ser, dejé fluir todas mis ansias
erótico-incestuosas acumuladas por tanto tiempo, todas las ganas
canalizadas en aquellas interminables noches de onanismo se hicieron
carne en ese momento. Mis labios se unieron a los de mi hijo en un beso
monumentalmente pasional, húmedo, con lengua, inacabable, liberador.
Segundos después mi vestido caía al suelo e igual suerte corría mi
pequeño calzón por acción de las ágiles manos de mi hijo. En paralelo le
quitaba su camisa y bajaba sus pantalones, calzoncillos incluidos. La
larga y gruesa verga de mi retoño se erguía orgullosa entre mis manos
pidiendo ser agasajada.
Instantes más tarde estaba arrodillada,
completamente desnuda, chupando aquella grandiosa polla de mi hijo, pero
que en ese momento era más mi hombre, la viva materialización de mi
apetito sexual refrenado. De fondo, como banda sonora, escuchaba las ya
familiares guarradas de él para conmigo:
—Así mamá, chúpemela entera, mámamela, cómetela toda, lame mis huevos, mami...
—Chúpala más mamá que quiero correrme en tu boca, inundar de semen tus tetas, impregnar tu cara con mi leche caliente…
Unos minutos más tarde una enorme
columna de semen brotaba de su pene alcanzando de lleno en sus
fetichistas blancos: mi ávida boca, mi rostro y mis senos. Sentí mi
cuerpo sacudirse, remecerse de un hondo placer indescriptible, coronado
con un exquisito y prolongado orgasmo. Paramos un rato para saborear el
momento y limpiarme la cara y los pechos con un pañuelo de papel.
Superado aquello, nos cogimos de las
manos y nos fuimos a mi cuarto. Él me recostó boca arriba en la cama y
se sumergió de lleno en mi entrepierna, tomando por asalto mi vagina.
Mi clítoris lo recibió gustoso, erecto, y fue lamido, succionado y
mordisqueado. Yo, con los ojos cerrados, me dediqué a disfrutar y a
gemir sin límites.
Cuando reabrí mis luceros azules, vi que
mis piernas estaban abiertas y apoyadas en los hombros de mi hijo. Su
pene enhiesto empezaba a refregarse contra mi clítoris lo que hacía
trastornar mis sentidos de puro gusto. Reanudé los gemidos que luego
pasaron a ser resuellos, después resoplidos y, finalmente, fuertes
jadeos. Ahora era yo quien profería guarradas:
—Así hijo, así. ¡Cómete el coño de tu madre!
—¡Fóllame, fóllame, fóllame! ¡Métemela toda, hasta el fondo, deprisa!
Entonces observé con alborozo
indisimulado cómo aquella gorda, espléndida y extensa polla entraba y
salía de mi matriz rítmicamente, dichosamente.
—¿te gusta mamá, te gusta cómo te follo? —inquirió mi hijo.
—Sí, sí, sí, siiiií ¡me encanta! ¡dame más, más, maaaaás! ¡métela más fuerte! —respondí excitada, caliente, en llamas.
El mete y saca se aceleró
ostensiblemente hasta el punto de estremecer mi cuerpo por completo,
todo él vibraba de gozo y me hacía gritar de placer, de regocijo
infinito. Era algo que hacía largo tiempo ansiaba con todo mi ser.
Además, por años me había mantenido inactiva sexualmente. Parecía una
monja más.
Súbitamente se detuvo aquel delicioso
mete y saca veloz. Mi hijo me pidió colocarme a gatas encima de la cama.
Abrió mis labios vaginales y empezó a chupar anhelantemente de nuevo mi
clítoris, con fruición, con pasión desbordada. Después, con igual
ahínco, se dedicó a ensalivar mi virgen, nunca penetrado, agujero anal.
Esto me asustó, me inquietó porque yo jamás había practicado el sexo
anal y porque la tranca de él era muy gruesa, muy gorda.
—Mamá ¿puedo encularte, follar tu culito? —preguntó mi hijo entre chupeteos.
Dudé qué responder…quería complacerlo…estaba caliente, ardiendo…pero el temor al dolor me hacía tener recelo.
—Bueno, cariño mío, pero por favor ten
cuidado que nunca me lo han hecho por ahí —rogué entre sollozos de
calentura entremezclados con miedo.
Se levantó con su falo en ristre y
apuntó al objetivo, lo posó a la entrada de mi ano y comenzó a empujar
despacio, muy despacio. Mi cuerpo temblaba, tiritaba de pánico.
—Tranquila mamá, si te duele mucho no lo
hacemos. —apuntó mi hijo con voz dulce, al tiempo que sus manos sobaban
mis tetas y recorrían mi vagina de un extremo al otro.
La penetración continuó lenta, pero
incesante hasta que su escroto, sus cojones, tocaron mis nalgas. Me
sentí atravesada, invadida, llena por dentro y algo dolorida. Mi hijo
mantuvo quieto su pene al interior de mi culo mientras lo amansaba y
magreaba por fuera. Paulatinamente la sensación de dolor fue cediendo y
dio paso a una de placentero agrado.
El pene de mi hijo empezó a moverse
hacia atrás y hacia adelante muy lentamente en un cadencioso vaivén que
me provocaba goce, disfrute y que apaciguaba mi calentura.
—¿te gusta mamá cómo te la meto por el culo?
—Sí cariño, mucho —contesté, no podía mentir, me estaba gustando mucho, muchísimo.
Empecé a tocar mi clítoris y la
sensación de placer creció notoriamente al extremo que reaparecieron los
gemidos y los jadeos. Las exhortaciones guarras también se hicieron
presentes:
—Dale hijo, dale más fuerte. ¡rómpeme el culo y llénalo de tu leche!
Instantes después, la tranca de mi
retoño entraba y salía de mi culo sin cortapisas, con virilidad, con
pasión, con lujuria, con lascivia. Yo, en tanto, transitaba entre los
gemidos, los chillidos, los jadeos y los francos gritos de gozo
inmensurable.
El entrar y salir anal de la gorda y
larga polla de mi hijo seguía y seguía, incansable, imparable hasta que
un chorro de semen espeso y caliente inundó mi culo y comenzó a
escabullirse hacia fuera al saturar la capacidad de absorción de las
paredes internas de mi culo. Mi hijo se desplomó extenuado sobre la
cama. Su rostro denotaba cansancio, pero sobre todo, un enorme placer.
Nos acurrucamos desnudos en la cama, besándonos y haciéndonos arrumacos hasta quedarnos dormidos.
Tres o cuatro horas más tarde desperté
por la presión del pene duro de mi hijo luchando por reingresar a mi
coño y volver a follarlo. Follamos varias veces más hasta que el
cansancio pudo más que nuestra pasión y lascivia. Pero recomenzamos las
sesiones coitales a la mañana siguiente.
Desde entonces y por largo tiempo
dormíamos juntos y follábamos todos los días, en las mañanas, apenas
regresábamos a casa después del trabajo o el estudio y en las noches.
59 comentarios:
Wuauuuuuu Muy bien devo animarme , y que ganas de cojer dan despues de leer esto!!!! 10 puntos!!!!
Wuauuuuuuuu! Que relato lan maravilloso, como se ve qe te gusta la polla de tuh hijo. Culiona 20 Putuntoos!
Me gusta el guevo mardita perra!
zarpado man! que buen relato!! 10 puntos! que peeerraaaaaa!!!!!!!!!!
woooooow q asco 5 puntos
Eres toda una putaaaa 10 puntos
Eres una hija
de tu puta madre
wau que ricura yo quisiera ser tu hijo
sho vos estuvo rico muy rrtricooo leer este relato
A mi .. m coje mi compadre tiene un verga gorda y tan grande .. cojemos cada q mi esposo se va a su trabajo .. el entra todos los dias a las 5:45 am .. a mi compadre le di una llave para q entre .. yo siempre lo espero acostada en mi cama .. nada mas en bata y sin ropa interior .. cada q llega lo primero q hace un chuparm la conchita m gemir y gritar d placer .. m muerde las tetas .. luego m da la vuelta y m penetra por el culo .. le mamo la verga y le meto los dedos x el culo .. hasemos el 69 .. primero se viene en mis tetas las cuales despues m las chupo las tengo grandes .. y por ultimo en mi vagina y x ultimo m la chupo .. tan cojemos en su carro .. yo m siento en la palanca d su carro mientras el m chupa las tetas .. somos dos depravados ya qm gusta cargarm sin ropa en su carro .. y siempre tocandome y eso m encanta ... m gustaria tu comentario
Mi madre mi pilló masturbándome y me pidió que siguiera, se desnudo y me dijo que quería masturbarse conmigo,
Yo entre en salón desnudo y con la polla Tiesa, sabiendo que estaban mi madre y mi hermana.no supieron que decir, mientras yo me masturbaba, mi hermana se levanto y me cogió la pilla delante de mi madre, se desnudo y le dijo a mi madre que me iba a follar. Madre se quedo en él sofá viéndonos desnudos, y nos dijo sería bonito verlo. Asi que folle a mi hermana delante de mi madre
Eeres una hija de puta te tienen que poner en la orca o en la gillotina te vas a ir al infierno eres una basura para la umanidad.
Eres una madre así lo algo con mi madre siempre yo también
K rrico
no entres a estas paguinas no seas pendejo o pendeja no mames
Hola, llámame 692201826... Me apetece conversar contigo y con tu Hermana, te gustan los tríos. Será interesante.
Yo quisiera hacer lo mismo con mi madre pero nunca me animé a nada. Muy buen y excitante relato.
Yo quisiera hacer lo mismo con mi madre pero nunca me animé a nada. Muy buen y excitante relato.
K exitante relato io kiziera zer tu hijo para tambien cojerte
Muy buen relato
Muy buen relato ,,, yo entre en el livin tome a mi hermana le saque la ropa y la empese a follar despues le toco a mimadre pero a ella la folle por el culo y se lo rompi despues ellas me lo mamaron y ellacule en aus caras
Me gusta el comentario yo me cogí a mi dos hermana bueno la primera no termine con ella estaba yo y ella borracho pero la otra lo hicimos en la cama de mi padre y madrastra y en un hotel en la casa de una amiga y ella le gusta mucho buen relato
Eso me gusts ere cabrona10
desde que vine del servicio militar mi madre se masturbaba, hasta que ella entro a mi cuarto y desesperada me pidio le de por culo, me dijo que le gusrava mi verga por que siempre queria una gruesa y larga como la mia y desde entonces la culeo casi todas las noches por culo
Woow q exitante admito me exite mucho...pues algo parecido me paso amii con mi tia q tiene 25 años
Buen relato se le para a uno, yo tengo ganas de hacerle lo mismo pero a mi cuñada chuparle el culito.
Los espantados porque entran a estos relatos son hipócritas que están deseando lo Mismo.
Yo tengo ganas de cojer con mi mamá. Una vez dormimos juntos y pude apoyarmela por detrás pero no hubo sexo. Ojalá se de..
Mal muy mal! Pero esta bueno!!
Yo quiero q pase con mi mami pero no ay nada
Yo kiero cojerme a mi mama pero no pasa nada
Eres una grandisa zorra puta XD
Pura mamada jajaja
Pinches relatos pendejos ..
Wuauu excelente ralato le doy 10 de 10 me encanto que ganas y deseo tengo dan unas ganas y deseo de follar después de leer esto..
Para los hp que critican y selas pican de santos por que mierda estan en sitio web como estos no sean sapos por otro lado bien 10 por el relato se me paro la monda y me toco pajiarme
yo kiero follarme ala mujer de mi tio ,tiene un culo y unas tetas como kisiera un calzon de ella para masturbarme asta quedarme devil
Deliciosisimo tengo 17 años soy hombre no se quien quiera follar conmigo soy de Perú
Manfame tu wasap
Exelente enia tu wasap
Rico kisiera una comadre asiiii...
Buen relato muy delicioso
Buen relato muy delicioso este es mi whatsap 0050587853119
Mándame tu wuatsapp me calentó mucho tu relato
Este relato esta con todo me exito amas no poder
Este relato esta con todo me exito amas no poder
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Yo me foolle a mi Prima
Quien se apunta les dejo mi correo Norvingmoreno@gmail.com
Muy bueno verdad
Hola escribime
Q rico mandame tu WhatsApp 0050661796072 es el. Mio y mi correo Norvingmoreno@gmail.com
Qué rico rico Qué delicia bebé huy que rico el PANOCHITO de la propia mamá hummmmmmmm que ganas y más yo Qué vi más de una vez el pene de mi papá metido hasta el puro fondo de ella
Mí papá de espaldas a la cama y de cuclillas y ella de espaldas a él sentada en el pene de ÉL zzxxxiiiccccoooo
Yo quiero contigo MAMÁ
Eso no es nada un tiempo atrás viví con mi madre los dos solos en un Depto y un día que llego borracha se metió a su cuarto y pude ver por un orificio de la puerta como se encueraba le vi sus grandes tetas después se quito el calzón y pude ver su hermosa verija acto seguido empezó a masturbarse delante del espejo después agarro un delineador como consolador y se lo metió en la panocha pude ver claramente como se metía el consolador porque su panocha quedo hacia el orificio de la puerta al mismo tiempo que la veía tocarse sus tetas yo me hacia una rica chaqueta pensando como se vería mi verga atravesando su verija esa escena me hizo explotar con una eyaculacion tremenda como nunca la había tenido fueron varias las ocaciones que la vi masturbándose tuve la oportunidad de brincarme por la ventana abrirle las patas y saborear aquella panocha la cual pedía verga y semen al interior hoy en día todavía tengo la fantasía de cogermela aveces cuando la he visitado me a tocado ver como se cambia de blusa con las tetas al aire ya invite a un temaxcal donde probablemente pueda insitarla a cojer poder rellenarle su verija asta que le escurra por sus piernas.
Alguna vez viste a tu madre deznuda con las teatas al aire y masturbándose la panocha
Manda mensaje no tengo WhatsApp descarga viber y hablamos 5525630366 te hablaré de la puta de mi madre
Manda fotos de tu madre este es mi número 3516234050
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