La historia que les voy a relatar me sucedió hará un mes y me
ha impactado mucho pues no era algo que esperase aunque hubiese fantaseado con
ella desde hace mucho tiempo.
Soy un chico de 30 años bastante normal. Vivo solo y mi vida
sexual no es nada anormal, vamos que tengo mis escarceos pero sin nada
destacable aunque tampoco ando en el dique seco, salvo alguna que otra
temporada.
Resultó que por las vueltas de la vida acabé viviendo en un
piso en el que tenía de vecinos a una pareja mayor que habían sido vecinos de mi
familia desde que yo era pequeño. Él es un señor de 81 años bastante deteriorado
por la edad, sobre todo de cabeza pues se ha vuelto bastante maniático y en
ocasiones se vuelve algo pesado como le entré alguna perreta. Ella es una mujer
de 73 años que tampoco se conserva del todo bien aunque en mejor estado que su
marido. Es alta para la media de su edad, como 1’70, no es gorda aunque tampoco
delgada, digamos que más que entrada en carnes lo que tiene son las carnes
fláccidas, con arrugas y por ejemplo en sus brazos y muslos el pellejo anda algo
descolgado, eso que llaman chuletones. Ciertamente de joven, por lo que he visto
en fotos fue una mujer de bandera pero de aquello ahora sólo le queda la
elegancia, especialmente cuando se arregla para salir a la calle.
Así que cuando
comencé con mis masturbaciones en la pubertad ella fue una de mis musas, cabe
destacar que por entonces, hace más de 15 años, estaba mucho mejor que ahora. De
siempre tuvimos buena relación pues me conocen desde que yo era chiquito y ya la
había entre las familias. Así que ahora que volvemos a ser vecinos hemos
mantenido la relación y no es raro que yo vaya a su casa o ellos a la mía, para
tomar café charlar y demás, especialmente con Concha pues él cada vez sale menos
y no es muy alegador.
El caso es que hará un mes me pasé por su casa y me encontré
sola a Concha y bastante nerviosa, al parecer por la noche Ernesto (su marido)
le había entrado no sé qué manía y tuvieron una discusión que la dejó desvelada
toda la noche y por la mañana volvió a la carga, así que vino un hijo de ellos y
se lo llevo a pasar el día con él para que ella descansase pero Concha seguía
con los nervios alterados. Así que me quedé con ella para hablar y tratar de
tranquilizarla. Ella aún estaba con la bata y debajo se divisaba el camisón y
aunque no parecía el momento para ello no pude evitar darme cuenta que
lógicamente no llevaba el sujetador y sus pechos grandes y caídos andaban algo
sueltos bajo aquellas prendas, además ambas prendas permitían ver de vez en
cuando el escote algo arrugado e incluso en ocasiones el comienzo de aquellos
pechos.
Tomaba yo un café y ella una tila en el salón mientras ella me contaba y
se desahogaba hasta que de repente se fue derrumbando, me imagino que los
nervios y el cansancio hacían mella, y comenzó a llorar, así que me acerqué a
ella y la abracé para tratar de calmarla, ella se aferró a mí como un náufrago a
un salvavidas y yo mantenía el abrazo acariciando su cabeza como si fuese una
niña y supongo que por un cierto paternalismo le di un beso en la frente que le
hizo alzar un poco la cara de mi hombro y responderme con un cariñoso beso en la
mejilla seguido luego de otro leve en la boca que me sorprendió aunque quizás
más a ella que escandalizada por su gesto me pedía perdón entre lágrimas
diciendo, “no sé que hago”, yo le respondí que no pasaba nada, lo cual era en
parte mentira pues aquello además de sorprenderme despertó mis fantasías púberes
y no pude evitar responderle con otro beso en sus labios que ella no rechazó y
que se prolongó mientras abríamos nuestras bocas para que nuestras lenguas se
encontrasen y así jugueteamos un momento hasta que ella se frenó mirándome a los
ojos y musitando, “esto no está bien, estamos locos”, yo no quería que aquello
se parase entonces y le dije que no pasaba nada que era cosa del momento.
Ella
me decía que le parecía que se aprovechaba de mí, de mi juventud y que además
estaba casada y no podía hacer eso. Yo protesté diciendo que al contrario, que
nadie se aprovechaba de nadie pues éramos adultos y me acerqué a besarla sin que
ella opusiese resistencia. Tampoco me rechazó cuando comencé a tocar su cuerpo,
con delicadeza, y mis manos pudieron palpar sus pechos, su espalda, sus piernas
y cuando dirigía mi mano por sus muslos hacia su entrepierna ella me paró, se
levantó y salió del salón, diciendo, “esto está mal, está mal”. La seguí y vi
que entraba en su dormitorio mientras me decía, “deja que me cambié y luego
seguimos hablando”. Así que me frené en el pasillo fuera de su cuarto pero de
inmediato mi deseo me impulsó a no hacerle caso y entrar para tratar de que
aquello no quedase en algún beso y nada más.
Al entrar la vi de espaldas sólo
con sus grandes bragas blancas y nada más, me quedé un poco helado al verla
desnuda, aun siendo por detrás, con su piel vencida, su cadera ancha, su piernas
ya no firmes como debieron ser de joven, sino con el pellejo de los muslos
fláccidos y arrugados y las pantorrillas con las venas y varices marcadas, todo
lo contrario a lo que se pueda considerar sexy pero que a mi me motivaba un
morbo especial. Ella sin darse la vuelta susurro, “por favor Juanito”, pero yo
no atendí a su súplica y me acerqué a ella abrazándola a lo que ella ya dejó su
poco resistencia y se dejó tocar pues mis manos abandonaban el abrazo para
comenzar a magrear sus tetas que ahora podía ver perfectamente y que aún escasas
de belleza me excitaban sobremanera. Besaba su cuello y su espalda mientras la
sobaba y una mano mía fue bajando por su barriga hacia su braga y la dejé colar
dentro de ella para acariciar su mata de pelos y dirigirme hacia su clítoris que
comencé a acariciar mientras ella comenzaba a suspirar con más fuerza. Noté como
se humedecía su coño mientras seguía frotando aquel clítoris y ella me decía,
“¿qué me haces? ¿qué me haces?” y dejó caer una mano suya hacia atrás para
buscar mi paquete acariciándolo sobre el pantalón donde debió de notar que mi
polla estaba completamente dura.
Entonces la tumbe con suavidad en la cama, ella se dejaba
hacer, le quité las bragas y abriendo sus piernas me dispuse a comerme su
chumino, ella trató de pararme con las manos, preguntado, “¿qué vas a hacer, eso
es una cochinada?”, yo no dije nada y pasé mi lengua por toda su vagina
consiguiendo de ella un leve gemido de respuesta y entonces continué
deleitándome con aquella añeja exquisitez. Usé mi lengua en su clítoris además
de introducirla alguna vez en su orificio, también mordisqueé suavemente sus
labios vaginales, lamía todos sus jugos que cada vez abundaban más y comencé a
introducir mis dedos mientras mi boca seguía otorgándole placer a aquella señora
que no paraba de suspirar y gemir y de repente dijo, “ah, qué me pasa, qué
siento, qué es esto”, noté que su abdomen convulsionaba y supe que el orgasmo
estaba llegándole, se echaba las manos a la cara y suspiraba con fuerza hasta
que se calmó. Me acerqué a su cara para besarla y me confesó que no sabía que le
había pasado que nunca había sentido aquello y supe entonces que ella era una de
esas mujeres que nunca había tenido un orgasmo en su vida y saber que yo le
había proporcionado el primero me hizo sentir un orgullo a la par que una gran
excitación así que comencé a desvestirme mientras ella me miraba con cara de
vergüenza.
Me coloqué sobre ella, entre sus piernas, Concha giró la cara a un
lado plena de sonrojo mientras yo me disponía a penetrarla y así lo hice
suavemente aunque aquel orificio estaba completamente lubricado y me permitió en
seguida introducirme por completo en ella que respondió con un gemido y viró su
cara hacía la mía mostrando algo de sorpresa y al comenzar yo mis movimientos
ella cerró los ojos revelando placer y comenzó a abrazarse para luego, cuando yo
comencé a aumentar mi ritmo y fuerza, apretar sus uñas en mi espalda sin llegar
a dañarme y luego bajo sus manos a mis nalgas aferrándose a ellas y empujándolas
como pidiéndome que embistiese más, cosa que hice lo que originó grandes
suspiros en Concha que además ahora ya comenzaba a mover sus piernas doblándolas
como para permitir una mejor penetración hasta que me abrazó con sus
extremidades.
Luego yo levanté una de esas piernas colocándola sobre mi hombro
provocando un gesto de dolor en ella pues su flexibilidad era escasa pero al
comenzar a moverme y con la facilidad que esa postura me daba para profundizar
sus suspiros se tornaron en gemidos y ahora sus ojos estaban abiertos mirándome
con auténtico vicio. Volví a parar un momento y mientras lamía su pie, cosa que
noté le encantó por la cara de sorpresa y gozo que puso, alcé su otra pierna y
la coloqué sobre mi otro hombro y así irguiendo mi cuerpo un poco logré esa
posición de penetración total que al emprender otra vez mis movimientos
obtuvieron de Concha un largo gemido de placer que fue seguido de varios más
hasta que uno más largo y asemejado a un llanto me informó de su segundo
orgasmo.
Yo no cabía en mí de orgullo y satisfacción por todo el
éxtasis con el que estaba obsequiando a Concha aunque he de reconocer que mi
aguante a pesar de la sobreexcitación que tenía se debía en parte a la
masturbación que me había practicado aquella misma mañana al despertarme.
La vi exhausta tendida en la cama, desnuda y bañada de sudor
y mi morbo se vio incrementado así que comencé a besarle los muslos mientras le
daba la vuelta y ella aun dejándose hacer mostró cierta sorpresa mientras me
preguntaba, “más aún”. La puse a cuatro patas apuntando hacia el armario de su
cuarto cuyo frontal era todo un inmenso espejo. Vi aquellas nalgas y su ano y
comencé a lamerlos, ella suspiró y mostró estupor pero no protestó ni trató de
rechazarme y cuando luego de lamerlo un rato introduje un dedo note un leve
quejido de dolor y que su cara, que veía en el espejo, mostraba un cierto
disgusto así que decidí que eso podía ser demasiado para la primera vez y que
por tanto mejor dejarlo. Entonces me dispuse a comenzar a penetrar nuevamente su
vagina y así lo hice sin pérdida de tiempo obteniendo así sus cálidos y
adorables suspiros.
Noté que ahora sí estaba a punto de correrme y mi excitación
era brutal, incrementada por ver su cara en el espejo y también por vernos
follando como locos. Aumenté la fuerza y rapidez de mis embestidas y electrizado
de deseo como estaba volví a ver ese ano y no pude evitar introducir un dedo en
él que provocó un aullido en ella seguido de sus gemidos por lo que mientras
golpeaba con mi polla su coño cada vez con más fuerza introduje otro dedo en su
culo sacándole otro aullido, cosa que me excitaba más aún. De repente noté que
mi miembro comenzaba a llenarle su chocho de semen y provocaba en ella otro
orgasmo que esta vez acompaño de varios gritos especialmente cuando extraje mis
dedos de su culo.
Nos dejábamos caer en la cama rendidos cuando sonó el portero
electrónico y saltamos de la cama vistiéndonos apurados, sobre todo cuando ella
comprobó que era su hijo y su marido que volvían. Ella se puso la bata sin el
camisón y yo me vestí rápidamente. Y Mientras hablaba con su hijo en la cocina,
su marido se fue a la tele, Concha preparaba café y en un momento que se giró y
su bata se abrió un poco vi que por sus muslos le resbalaba un poco de mi leche,
aproveché para avisarla con un gesto cuando su hijo sacaba la leche de la nevera
y ella se limpió con la mano y no sabiendo que hacer se lamió la mano poniendo
cara de desagrado, lo que volvió a excitarme y suscitó que cuando volví a mi
casa me tuviese que masturbar nuevamente imaginándola haciéndome una mamada y
tragándose mi semen.
Luego de aquello no he vuelto a verlos pues aquella misma
tarde el hijo se los llevó a la casa que tienen en la playa para ver si así se
relajaban y sobre todo su madre descansaba un poco. Espero que vuelvan de
vacaciones a ver si nuestros contactos sexuales se tornan periódicos pues pocas
veces he disfrutado tanto como con Concha y nunca ha sido nada tan morboso como
con ella pues ver aquel cuerpo ajado por la edad me estimulaba a más no poder.
6 comentarios:
los ancianos también sentimos praser me gusto
los ancianos también sentimos placer me gusto
Hola, soy un chico español de 47 años
Me gustan estos relatos eróticos, yo estoy buscando tener una relación con una señora mayor, no importa la edad si se encuentra perfectamente saludable, de hecho he estado con una señora de mas de 75 años, me excita mucho la diferencia de edad y la belleza algunos cuerpos maduros de mujer.
Podéis escribirme al correo antonio1cute@yahoo.es
Yo me coji a una vecina de 80 años y me gusto mucho les dejo mi wuat x i kieren charlar 5568911358
Yo también lo deseo mi fantasía hacer el amor con una mujer de 70 años
Mi correo Juan.r.mata@hotmail.com para quien quiera charlar y comentar sobre las mujeres maduras
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