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Muchas gracias y feliz navidad a todos,.
Relatos Eróticos Hot
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lunes, 30 de diciembre de 2013
martes, 8 de enero de 2013
Relato nº 22: La seducción de mi tía Irene.
Los
partes meteorológicos ya venían avisando que aquella noche habría
tormenta. Pero no. Lo que hubo fue «la madre de todas las tormentas», un
aguacero torrencial furioso y violento de granizos gordos y vientos
silbantes. La casona-chalet de mis tíos parecía zozobrar con el rugir de
los truenos y los cristales de las ventanas amenazaban con saltar por
los aires.
Mientras contemplaba aquel empute del
cielo me vino a la cabeza una idea sibilina e ingeniosa, un plan que
debía llevar a cabo esa misma noche porque coincidía favorablemente que
tito Anthony se encontraba en Inglaterra (asuntos laborales), mi prima
Teresa hacía que estudiaba en Polonia (beca Erasmus) y a Luz, la criada,
la habían ingresado en un hospital (apendicitis aguda). Así que subí
decidido a su habitación y llamé a la puerta. Ella ya se había acostado,
pero no dormía:
— ¿Se puede pasar, tita?
—Pasa, mi niño, pasa…
Entré simulando estar acojonado e
histérico; caminaba de un lado a otro mordiéndome las uñas y
tembliqueando. Tita Irene —la hermana de mi madre— dejó el libro que
leía sobre la mesilla de noche y me preguntó que qué me pasaba. Estaba
hermosa con su camisón de dormir verde pálido. Era, es, una cincuenta y
pocos años de carnes todavía lozanas, guapilla, ni flaca ni gorda, ni
alta ni baja, buen culo, grandes tetas. Me ponía que siguiera viéndome
como «su» niño.
— ¿No oye usted esos truenos tan espantosos? En este pueblo suyo no llueve, diluvia...
— ¡Que exagerado eres, David! ¿Acaso sigues sufriendo aquel miedo tan grande a las tormentas que tenías de pequeño?
—Estuve en tratamiento con un sicólogo y creía que ya lo tenía superado, pero ahora, aquí, me ha reaparecido. Es horrible.
— ¿Y no te da vergüenza? ¡Ya tienes dieciocho años!
En realidad había cumplido los
diecinueve, medía 1.83, estudiaba segundo de Ingeniería y pasaba una
temporada en la casona-chalet de mis tíos para preparar varios exámenes
finales lejos de las novietas y del delirium tremens urbano... Yo ya
había disfrutado de alguna experiencia satisfactoria con cierta
divorciada madura ni la mitad de buenorra que mi tía.
—Claro que siento vergüenza, tita, pero es algo superior a mis fuerzas, algo que no puedo evitar, una enfermedad.
Siempre cándida, tita Irene se estaba
tragando la bola de cabo a rabo, como también se creyó que yo llevaba
varios días sin pegar ojo debido al estrés de los exámenes y que mi
cabeza «explotaría» si pasaba otra noche más en vela. Obviamente todas
esas mentiras eran las claves de mi plan, pero que nadie se llame a
engaño: ni miedo a las tormentas, ni noches sin dormir, ni enfermedad,
ni sicólogo, ni nada de nada.
—Tendrá que hacerme un hueco en su cama como cuando era pequeño, pues sólo así me vendrá el sueño…
Le recordé a mi tía que ella siempre fue
mi ángel de la guarda, mi tabla de salvación; lo pensó durante segundos
que se me hicieron eternos, me miró de pies a cabeza, sonrió
sarcástica, y me habló en tono altanero, convencida de que controlaba la
situación:
—Vale… Duerme conmigo si quieres, pero te acuestas vestido y con esa misma ropa que llevas puesta.
— ¡¿Queeeeé?! ¿A santo de qué viene esto, tita?
—Entiéndelo, David… Eres mi
sobrino, sí, pero ya estás muy crecidito y yo soy una mujer casada y
madre... Mejor te acuestas vestidito ¿okey?
Huelga decir que acepté sus condiciones y
que acabé metiéndome en la cama con camiseta y pantalón vaquero. Al
hacerlo alcancé a ver de reojo que tita Irene no llevaba exactamente un
camisón de dormir, sino más bien un blusón ancho, vaporoso, que le
tapaba las bragas pero no tanto sus torneados muslos. También noté que
dormía sin sostén porque los pezones medio se le adivinaban por el
oscurecimiento de la tela.
De entrada ambos permanecimos callados y
pensativos, pero a mí enseguida se me ocurrió probar el viejo truco de
dar vueltas y más vueltas sobre la cama, como si no hallara una posición
cómoda para dormir, y mi tía acabó mordiendo el anzuelo…
— ¿Qué te ocurre ahora, chico? ¡Te mueves más que un barco a la deriva! Ni descansas ni me dejas descansar.
—Dormir con un pantalón
vaquero que para colmo te queda estrecho es como un martirio chino. Me
da que no voy a pegar ojo en toda la noche, salvo que usted permita que…
—Quítatelo, anda, quítatelo… Pero después te estás quietecito y callado para que podamos dormir, ¿me has oído?
Me bajé de la cama para sacarme el
pantalón y, mientras lo hacía, tita Irene se colocó de costado dándome
la espalda, quizás para ahorrarse el apuro de tener que verme en
calzoncillos. Al volver a la cama yo también me acosté de lado con la
polla apuntando a su culo. La tormenta se agravó y los truenos rugieron
como nunca. Me pegué a ella y la abracé por el vientre. Así lo hacía de
niño en noches de tormenta y así volvía a hacerlo once años después. Mi
boca le respiraba ahora en la nuca y en el cuello. Podía hablarle bajito
al oído, en susurros, y así lo hice…
—Tita, ¿no se habrá molestado por…?
— ¿Porque te hayas pegado a mí como una lapa? Me esperaba esa costumbre tuya. Hay cosas que no cambian.
—Ocurre que yo necesito…
—Sí, ya… necesitas sentirme cerca, sentir que te protejo ¿no?
La polla acababa de ponérseme morcillona y tenía la certeza de que cuando empalmara del todo me sería imposible disimularla.
—Temí que pensara que lo hacía a mala idea.
—No sólo no pienso así, sino que hasta agradezco tu calorcito porque soy demasiado friolera.
Después de oír esas palabras estaba más
que justificado darle otro achuchón y pegarme más a su acuerpo. Ella
entendió que lo hacía como medida preventiva contra su frío, pero debió
notar también que mi polla se le incrustó bastante en la canaleta de las
nalgas, todavía con ropas de por medio.
—Conmigo aquí le juro que usted nunca pasará frío...
—Mmmm… No sé que te diga… A veces se me congelan hasta los huesos. Esta casona es muy húmeda…
Mi erección era ya inminente. La polla
me daba unos tirones que no dejaban dudas. Se me ocurrió una manera de
advertírselo a mi tía para que luego no se llevara una sorpresa
incómoda.
—Ya verá que esta noche no pasa ni una pizca de frío, confíe en mí, aunque le ruego que me disculpe si…
— ¿Si qué, David?
—No, nada… nada importante… Ni sé lo que iba a decir…
— ¿De qué debo disculparte, di, de qué?
—Que no, tita, que no vale la pena… Cambiemos de tema…
— ¡No, ahora me lo dices te guste o no!
—Me cuesta hablar de ello… Entiéndame usted…
— ¡Que lo sueltes de una vez, puñetas!
—Pues que le ruego que me disculpe si sin querer la polla se me empalma un poquito, ya sabe, si se me pone durilla…
— ¡¿Queeeé!? ¡Soy tu tía, David!
—La naturaleza no entiende de parentescos.
—Pero si hasta soy demasiado vieja para ti.
— ¿Vieja dice? Usted está mejor que muchas de mis novietas.
Yo sabía bien qué resortes tocar. Mi tía
era una narcisista aguda y le privaba que estimularan su ego, lo
necesitaba incluso. También sabía que era muy tiquismiquis y que por
tanto debía conducirme con delicadeza, sutilmente.
—No me adules, pillo, que te veo venir…
—Es la verdad, tita: tiene usted un cuerpazo que ya querrían algunas actrices ¡de Hollywood!
El giro que estaba tomando la
conversación regocijaba a mi tía. Verse comparada ventajosamente con
estrellas de cine y novietas veinteañeras era algo que la hacía flipar.
Ella fingía no creerme, pero en verdad se lo creía todo al pie de la
letra.
— ¡Qué pico te gastas, bandido! ¡Eres más peligroso que una piraña en una bañera!
A estas alturas mi polla andaba
encabritada, burra total. Ella tenía que estar notando en el culo su
grosor y largura pese al camisón, la braga y el calzoncillo, pero ni se
cabreó ni me echó de la cama. Hablaba con normalidad y, como yo, cada
vez lo hacía más bajito, musitando, saboreando la charla.
— ¿Peligroso, yo? ¿Lo dice por mi labia?
—Sí, claro. Seguro que eres un encantador de mujeres. Tendrás atolondradas a un montón de niñatas.
—Si fuera un encantador de mujeres no dude que la encantaría a usted ahora mismo.
—Te recuerdo que soy tu tía, además de una señora casada…
Ya no ponía el grito en el cielo cuando
le decía algo atrevidillo y si seguía apelando a la cantinela de que era
«mi tía» o «una señora casada» lo hacía más bien como una contestación
al uso, estándar, de mero trámite.
—Lo que yo veo es una mujer diez que está para mojar pan... Lo demás me parece secundario.
Se le escaparon unas risas a causa de mi
desparpajo y también porque seguía ensalzándola. Mi tía parecía cada
vez más relajada y más a gusto, pero a mí el calzoncillo me chinchaba
bastante. Opté por fingir un ataque de tos y, con disimulo, me lo saqué
en un pispás; luego volví a pegarme a ella y le reinstalé la polla, ya
sin calzoncillo, a lo largo de la raja de sus nalgas. Desconozco si notó
o no el truco, pero en todo caso no hizo ningún comentario.
—Bueno, David, cállate ya a ver si nos dormimos ¿eh?
—Estoy tan a gustito aquí, pegadito a usted, que prefiero no dormir para así disfrutar más del momento.
Tita Irene había cerrado los ojos para
conciliar el sueño o tal vez para disimular que estaba calentándose.
Ahora la veía turbadilla, confusa, y teniendo yo su cuello y su oreja
tan a tiro de mi boca no pude evitar darle besos y chupaditas en el
lóbulo y en la nuca. Ella encajó esos mimos de buena gana, dejándome
hacer, aunque tergiversándolos astutamente:
— ¡Qué bien! Esas caricias “tiernas” me ayudarán a dormir…
Dado que fuera como fuere ya tenía su
plácet, ahora me metía en la boca toda su orejita pequeña y fina, de
mujer, y se la chupaba a barbecho. También la inflaba a succiones y
lengüetazos en el cuello. Quería tirármela lo antes posible porque si no
terminaría corriéndome fuera del coño, precoz como un quinceañero.
Apuré las acciones metiéndole mano por debajo del blusón y agarrándole
una teta. La sorpresa fue que ella no rechazó el magreo y sí lanzó un
suspirito de aprobación. Mi trabajo de calentamiento ya daba frutos.
Ahora podía amasarle sus grandes perolas a mis anchas y ponerle los
pezones tan duros que parecía que fueran a estallar.
—Hummm… ¡Que rica está, tita! … Hummm… ¡Y qué culito tiene, qué delicia!...Hummm… Sus tetas son ¡de diosa!
Mis palabras sonaban en su oído narciso a
música embriagadora. Mi tía ya no podía ocultar su excitación: jadeaba,
movía la cabeza como loca, respiraba entrecortadamente, restregaba el
culo en mi polla. Entendí que era el momento óptimo para meterle la mano
por dentro de la braga y al hacerlo me vi de golpe atravesando su selva
de pelos rizados sedosos. Pero no pude tocarle el coño a mi gusto
porque enseguida me apartó la mano y luego lo cubrió con las suyas a
modo de escudo protector…
—Es que por esas no paso, David... Mi coño es de Anthony en exclusiva... Nunca le he sido infiel...
—Sólo catarlo un poquito, tita…
—Olvídate de eso.
—No sea mala, ande…
—Ya te he permitido mucho más de lo que debería.
—Tocarle el coño un ratito, y ya me paro. Palabra…
—Si dejo que me lo toquetees, luego querrás metérmela y eso ni lo sueñes ¿te enteras? Ni- lo- sue-ñes.
Viendo que no cedía opté por frotarle y
presionarle las manos de manera que sus propias palmas frotaban y
presionaban el coño y el clítoris. Era como golpear a un gladiador con
su mismo escudo. El resultado de ese lance fue que mi tía se arqueaba
exponiendo mejor su entrepierna y que poco a poco fuera retirando sus
manos y dejando libre la zona para que mis dedos pudieran trabajar con
eficacia. Estaba tan entregada que hasta me ayudó a quitarle las bragas
y, ya puestos, yo también me quité los calzoncillos y la camiseta. Al
caer en la cuenta de que ambos estábamos en pelota picada ella intentó
un pacto amistoso…
—Dejaré que me toques por ahí, pero antes debes prometerme que no irás más allá, tú ya me entiendes…
—Le prometo que no pasará nada que usted no quiera que pase.
—Júramelo, que no me fío…
—Se lo juro una y mil veces.
—Pues ya lo sabes, David: ni se te ocurra metérmela, ¿eh?… Me lo has prometido y me lo has jurado…
—No se preocupe, mujer… Yo sé bien lo que he jurado.
Le recoloqué otra vez la polla en la
rajada de las nalgas, ahora sin telas por medio, piel fina contra piel
fina, y le trabajé el chocho a consciencia, ya fuera masajeándolo,
palmeándolo, restregándolo o cosquilleándole el clítoris. Mi tía entró
como en un trance y no paraba de pegar el culo a mi polla como una
posesa. Su coño era pura llama y ni mi mano ni mis dedos daban avío con
sus ansias. Tuve que meterle hasta tres dedos para intentar sofocar su
fuego uterino, pero ella quería más, mucho más, aunque se movía en un
mar de contradicciones…
— ¡Ahhh! Me tienes frita, cabrón, pero a mí no me follas…
Haciendo oídos sordos a sus palabras, yo
había conseguido desde atrás que mi polla se abriera sitio entre sus
muslos hasta tentar los labios carnosos de su coño, aún taponado por mis
dedos. Esperaba pacientemente el momento oportuno para clavársela sin
tener que violentarla. Pasaba que tita Irene se hallaba alarmantemente
fuera de sí, arrebatada, de jadeo en jadeo, como poseída. No tenía nada
claro de qué locura podía ser capaz.
— ¡Ahhh! ¡Soy más decente de lo que crees, niñato! ¡Nunca le pondré ni un solo cuerno a mi Anthony! ¡Ahhh! ¡Si me la metes atente a las consecuencias, gamberro!
Aproveché un momento de tensa calma para intentar parlamentar y obtener otra vez su visto bueno:
— ¿De verdad, tita, que no me va a dejar que la folle?
—Claro que no, y tú me juraste que así sería…
—No exactamente… Le juré que yo no se la metería si usted no quería que se la metiese, y por eso necesito su permiso…
— ¿Mi permiso? ¡Vas listo!
—Pero si usted también lo desea, mujer, ¿cree que no lo sé?
—No insistas…
—Déjeme meterle al menos la gorrita, la puntita…
— ¿Cuántas veces voy a tener que decirte que no, chiquillo?
Observé que hablaba con la voz
enronquecida, ladeando la cabeza lascivamente y estampando el culo
contra mi polla. Era como si ella dijera que «no» y su cuerpo se
empeñara en decir que «sí». Esa apreciación hizo que me pasara por el
forro sus negativas. Arrimé bien la polla hasta donde asomaban mis dedos
y, nada más sacarlos, le metí el glande a la primera, y después se le
clavé entera, toda, de dos o tres golpes de cadera.
—Te dije que no me la metieras…
—Es que… no sé… le entró sin yo darme cuenta…
— ¡Sácala y no me tomes el pelo!
— ¿Acaso no le gusta tenerla dentro? ¿Cuánto tiempo hacía que no le metían una así? ¡Está hecha a la medida de su coño!
—No trates de liarme y retírala de una vez…
Tita Irene insistía en que se la sacara,
pero se reacomodaba para que mi polla le entrara aún más adentro.
Llegué a la conclusión de todo era un simulacro, un jueguecito, que le
proporcionaba algún plus de placer o de excitación.
— ¿Sabe qué, tita? ¡Me tiene harto! Se la saco y que le den… A mí no me van a faltar mujeres…
—Bueno, no, no… no la saques… déjala ahí un ratito más.
— ¿Qué dice? ¿Qué hago? ¡Hable claro, cojones!
—Que me folles, puñetas, que me folles bien follada… ¿Por qué leches has tardado tanto en metérmela, niñato?
Ese último comentario de tita Irene
terminó por encabronarme; así que la coloqué boca abajo para estar más
cómodo y le follé el coño a piñón fijo, fieramente, sin darle el menor
respiro. La de mi tía es una vagina succionante y caliente que me
embutía la polla de maravilla. Yo me corrí copiosamente y, la verdad, no
sé si ella se vino dos o tres veces. Lo que sí sé es que, sin
sacársela, le eché el segundo polvo y que un ratito después le casqué el
tercero. Por la mañana le di otro buen repaso antes de desayunar y más
tarde me la volví a follar en la misma cocina, después del café y las
galletas. Desde entonces hemos probado mil y una posturas, pero aún no
he podido catarle el culo porque dice que le duele. Todo se andará. Ya
se ha hecho adicta a mi polla...
lunes, 7 de enero de 2013
Relato nº 21: Mi anciana vecina.
La historia que les voy a relatar me sucedió hará un mes y me
ha impactado mucho pues no era algo que esperase aunque hubiese fantaseado con
ella desde hace mucho tiempo.
Soy un chico de 30 años bastante normal. Vivo solo y mi vida
sexual no es nada anormal, vamos que tengo mis escarceos pero sin nada
destacable aunque tampoco ando en el dique seco, salvo alguna que otra
temporada.
Resultó que por las vueltas de la vida acabé viviendo en un
piso en el que tenía de vecinos a una pareja mayor que habían sido vecinos de mi
familia desde que yo era pequeño. Él es un señor de 81 años bastante deteriorado
por la edad, sobre todo de cabeza pues se ha vuelto bastante maniático y en
ocasiones se vuelve algo pesado como le entré alguna perreta. Ella es una mujer
de 73 años que tampoco se conserva del todo bien aunque en mejor estado que su
marido. Es alta para la media de su edad, como 1’70, no es gorda aunque tampoco
delgada, digamos que más que entrada en carnes lo que tiene son las carnes
fláccidas, con arrugas y por ejemplo en sus brazos y muslos el pellejo anda algo
descolgado, eso que llaman chuletones. Ciertamente de joven, por lo que he visto
en fotos fue una mujer de bandera pero de aquello ahora sólo le queda la
elegancia, especialmente cuando se arregla para salir a la calle.
Así que cuando
comencé con mis masturbaciones en la pubertad ella fue una de mis musas, cabe
destacar que por entonces, hace más de 15 años, estaba mucho mejor que ahora. De
siempre tuvimos buena relación pues me conocen desde que yo era chiquito y ya la
había entre las familias. Así que ahora que volvemos a ser vecinos hemos
mantenido la relación y no es raro que yo vaya a su casa o ellos a la mía, para
tomar café charlar y demás, especialmente con Concha pues él cada vez sale menos
y no es muy alegador.
El caso es que hará un mes me pasé por su casa y me encontré
sola a Concha y bastante nerviosa, al parecer por la noche Ernesto (su marido)
le había entrado no sé qué manía y tuvieron una discusión que la dejó desvelada
toda la noche y por la mañana volvió a la carga, así que vino un hijo de ellos y
se lo llevo a pasar el día con él para que ella descansase pero Concha seguía
con los nervios alterados. Así que me quedé con ella para hablar y tratar de
tranquilizarla. Ella aún estaba con la bata y debajo se divisaba el camisón y
aunque no parecía el momento para ello no pude evitar darme cuenta que
lógicamente no llevaba el sujetador y sus pechos grandes y caídos andaban algo
sueltos bajo aquellas prendas, además ambas prendas permitían ver de vez en
cuando el escote algo arrugado e incluso en ocasiones el comienzo de aquellos
pechos.
Tomaba yo un café y ella una tila en el salón mientras ella me contaba y
se desahogaba hasta que de repente se fue derrumbando, me imagino que los
nervios y el cansancio hacían mella, y comenzó a llorar, así que me acerqué a
ella y la abracé para tratar de calmarla, ella se aferró a mí como un náufrago a
un salvavidas y yo mantenía el abrazo acariciando su cabeza como si fuese una
niña y supongo que por un cierto paternalismo le di un beso en la frente que le
hizo alzar un poco la cara de mi hombro y responderme con un cariñoso beso en la
mejilla seguido luego de otro leve en la boca que me sorprendió aunque quizás
más a ella que escandalizada por su gesto me pedía perdón entre lágrimas
diciendo, “no sé que hago”, yo le respondí que no pasaba nada, lo cual era en
parte mentira pues aquello además de sorprenderme despertó mis fantasías púberes
y no pude evitar responderle con otro beso en sus labios que ella no rechazó y
que se prolongó mientras abríamos nuestras bocas para que nuestras lenguas se
encontrasen y así jugueteamos un momento hasta que ella se frenó mirándome a los
ojos y musitando, “esto no está bien, estamos locos”, yo no quería que aquello
se parase entonces y le dije que no pasaba nada que era cosa del momento.
Ella
me decía que le parecía que se aprovechaba de mí, de mi juventud y que además
estaba casada y no podía hacer eso. Yo protesté diciendo que al contrario, que
nadie se aprovechaba de nadie pues éramos adultos y me acerqué a besarla sin que
ella opusiese resistencia. Tampoco me rechazó cuando comencé a tocar su cuerpo,
con delicadeza, y mis manos pudieron palpar sus pechos, su espalda, sus piernas
y cuando dirigía mi mano por sus muslos hacia su entrepierna ella me paró, se
levantó y salió del salón, diciendo, “esto está mal, está mal”. La seguí y vi
que entraba en su dormitorio mientras me decía, “deja que me cambié y luego
seguimos hablando”. Así que me frené en el pasillo fuera de su cuarto pero de
inmediato mi deseo me impulsó a no hacerle caso y entrar para tratar de que
aquello no quedase en algún beso y nada más.
Al entrar la vi de espaldas sólo
con sus grandes bragas blancas y nada más, me quedé un poco helado al verla
desnuda, aun siendo por detrás, con su piel vencida, su cadera ancha, su piernas
ya no firmes como debieron ser de joven, sino con el pellejo de los muslos
fláccidos y arrugados y las pantorrillas con las venas y varices marcadas, todo
lo contrario a lo que se pueda considerar sexy pero que a mi me motivaba un
morbo especial. Ella sin darse la vuelta susurro, “por favor Juanito”, pero yo
no atendí a su súplica y me acerqué a ella abrazándola a lo que ella ya dejó su
poco resistencia y se dejó tocar pues mis manos abandonaban el abrazo para
comenzar a magrear sus tetas que ahora podía ver perfectamente y que aún escasas
de belleza me excitaban sobremanera. Besaba su cuello y su espalda mientras la
sobaba y una mano mía fue bajando por su barriga hacia su braga y la dejé colar
dentro de ella para acariciar su mata de pelos y dirigirme hacia su clítoris que
comencé a acariciar mientras ella comenzaba a suspirar con más fuerza. Noté como
se humedecía su coño mientras seguía frotando aquel clítoris y ella me decía,
“¿qué me haces? ¿qué me haces?” y dejó caer una mano suya hacia atrás para
buscar mi paquete acariciándolo sobre el pantalón donde debió de notar que mi
polla estaba completamente dura.
Entonces la tumbe con suavidad en la cama, ella se dejaba
hacer, le quité las bragas y abriendo sus piernas me dispuse a comerme su
chumino, ella trató de pararme con las manos, preguntado, “¿qué vas a hacer, eso
es una cochinada?”, yo no dije nada y pasé mi lengua por toda su vagina
consiguiendo de ella un leve gemido de respuesta y entonces continué
deleitándome con aquella añeja exquisitez. Usé mi lengua en su clítoris además
de introducirla alguna vez en su orificio, también mordisqueé suavemente sus
labios vaginales, lamía todos sus jugos que cada vez abundaban más y comencé a
introducir mis dedos mientras mi boca seguía otorgándole placer a aquella señora
que no paraba de suspirar y gemir y de repente dijo, “ah, qué me pasa, qué
siento, qué es esto”, noté que su abdomen convulsionaba y supe que el orgasmo
estaba llegándole, se echaba las manos a la cara y suspiraba con fuerza hasta
que se calmó. Me acerqué a su cara para besarla y me confesó que no sabía que le
había pasado que nunca había sentido aquello y supe entonces que ella era una de
esas mujeres que nunca había tenido un orgasmo en su vida y saber que yo le
había proporcionado el primero me hizo sentir un orgullo a la par que una gran
excitación así que comencé a desvestirme mientras ella me miraba con cara de
vergüenza.
Me coloqué sobre ella, entre sus piernas, Concha giró la cara a un
lado plena de sonrojo mientras yo me disponía a penetrarla y así lo hice
suavemente aunque aquel orificio estaba completamente lubricado y me permitió en
seguida introducirme por completo en ella que respondió con un gemido y viró su
cara hacía la mía mostrando algo de sorpresa y al comenzar yo mis movimientos
ella cerró los ojos revelando placer y comenzó a abrazarse para luego, cuando yo
comencé a aumentar mi ritmo y fuerza, apretar sus uñas en mi espalda sin llegar
a dañarme y luego bajo sus manos a mis nalgas aferrándose a ellas y empujándolas
como pidiéndome que embistiese más, cosa que hice lo que originó grandes
suspiros en Concha que además ahora ya comenzaba a mover sus piernas doblándolas
como para permitir una mejor penetración hasta que me abrazó con sus
extremidades.
Luego yo levanté una de esas piernas colocándola sobre mi hombro
provocando un gesto de dolor en ella pues su flexibilidad era escasa pero al
comenzar a moverme y con la facilidad que esa postura me daba para profundizar
sus suspiros se tornaron en gemidos y ahora sus ojos estaban abiertos mirándome
con auténtico vicio. Volví a parar un momento y mientras lamía su pie, cosa que
noté le encantó por la cara de sorpresa y gozo que puso, alcé su otra pierna y
la coloqué sobre mi otro hombro y así irguiendo mi cuerpo un poco logré esa
posición de penetración total que al emprender otra vez mis movimientos
obtuvieron de Concha un largo gemido de placer que fue seguido de varios más
hasta que uno más largo y asemejado a un llanto me informó de su segundo
orgasmo.
Yo no cabía en mí de orgullo y satisfacción por todo el
éxtasis con el que estaba obsequiando a Concha aunque he de reconocer que mi
aguante a pesar de la sobreexcitación que tenía se debía en parte a la
masturbación que me había practicado aquella misma mañana al despertarme.
La vi exhausta tendida en la cama, desnuda y bañada de sudor
y mi morbo se vio incrementado así que comencé a besarle los muslos mientras le
daba la vuelta y ella aun dejándose hacer mostró cierta sorpresa mientras me
preguntaba, “más aún”. La puse a cuatro patas apuntando hacia el armario de su
cuarto cuyo frontal era todo un inmenso espejo. Vi aquellas nalgas y su ano y
comencé a lamerlos, ella suspiró y mostró estupor pero no protestó ni trató de
rechazarme y cuando luego de lamerlo un rato introduje un dedo note un leve
quejido de dolor y que su cara, que veía en el espejo, mostraba un cierto
disgusto así que decidí que eso podía ser demasiado para la primera vez y que
por tanto mejor dejarlo. Entonces me dispuse a comenzar a penetrar nuevamente su
vagina y así lo hice sin pérdida de tiempo obteniendo así sus cálidos y
adorables suspiros.
Noté que ahora sí estaba a punto de correrme y mi excitación
era brutal, incrementada por ver su cara en el espejo y también por vernos
follando como locos. Aumenté la fuerza y rapidez de mis embestidas y electrizado
de deseo como estaba volví a ver ese ano y no pude evitar introducir un dedo en
él que provocó un aullido en ella seguido de sus gemidos por lo que mientras
golpeaba con mi polla su coño cada vez con más fuerza introduje otro dedo en su
culo sacándole otro aullido, cosa que me excitaba más aún. De repente noté que
mi miembro comenzaba a llenarle su chocho de semen y provocaba en ella otro
orgasmo que esta vez acompaño de varios gritos especialmente cuando extraje mis
dedos de su culo.
Nos dejábamos caer en la cama rendidos cuando sonó el portero
electrónico y saltamos de la cama vistiéndonos apurados, sobre todo cuando ella
comprobó que era su hijo y su marido que volvían. Ella se puso la bata sin el
camisón y yo me vestí rápidamente. Y Mientras hablaba con su hijo en la cocina,
su marido se fue a la tele, Concha preparaba café y en un momento que se giró y
su bata se abrió un poco vi que por sus muslos le resbalaba un poco de mi leche,
aproveché para avisarla con un gesto cuando su hijo sacaba la leche de la nevera
y ella se limpió con la mano y no sabiendo que hacer se lamió la mano poniendo
cara de desagrado, lo que volvió a excitarme y suscitó que cuando volví a mi
casa me tuviese que masturbar nuevamente imaginándola haciéndome una mamada y
tragándose mi semen.
Luego de aquello no he vuelto a verlos pues aquella misma
tarde el hijo se los llevó a la casa que tienen en la playa para ver si así se
relajaban y sobre todo su madre descansaba un poco. Espero que vuelvan de
vacaciones a ver si nuestros contactos sexuales se tornan periódicos pues pocas
veces he disfrutado tanto como con Concha y nunca ha sido nada tan morboso como
con ella pues ver aquel cuerpo ajado por la edad me estimulaba a más no poder.
domingo, 6 de enero de 2013
Relato nº 20: Amor de madre.
Tengo 20 años y vivo sólo con mi madre desde que se divorció
de mi padre cuando yo tenía 15 años. Todo este tiempo hemos vivido los dos muy
felices, mi madre siempre ha cuidado muy bien de mí y yo le tengo mucho cariño,
ya que siempre hemos estado muy unidos.
A menudo, mi madre presume delante de sus amigas de lo guapo
que es su hijo. Si estoy yo presente, me obliga a levantarme la camiseta para
que enseñe mi torso. Llevo unos años yendo al gimnasio casi a diario y tengo el
cuerpo bastante musculado. A ella le encanta que haga mucho ejercicio y siempre
está tocándome los bíceps para comprobar lo fuertes que están.
Ella siempre ha sido muy protectora conmigo, sobretodo en lo
referente a las chicas. Cuando he salido con alguna siempre se ha mostrado
disconforme, criticando a la chica y diciéndome que debería buscar a alguien
mejor. Pero también ha estado a mi lado cuando he pasado por malos momentos
debido a rupturas y malentendidos con chicas.
Yo nunca me había fijado en mi madre como en una mujer más.
En los años que lleva divorciada nunca ha vuelto a tener otra pareja. Supongo
que habrá tenido relaciones esporádicas con hombres, pero yo nunca he sido
consciente de ello. Mi percepción de mi madre cambió el día en que entré en su
habitación cuando ella no estaba y encontré un consolador. No me lo podía creer.
Mi madre, que siempre me había parecido una santa, tenía necesidades sexuales
como cualquier otra mujer.
Desde aquel día empecé a fijarme en mi madre de otra manera.
Ella tiene 46 años y se conserva bastante bien. No esta delgada pero tampoco
esta rellenita, tiene las curvas propias de una mujer de su edad, con unas
caderas anchas y unos pechos grandes y un poco caídos. No podía dejar de admirar
su cuerpo cuando ella no se daba cuenta y fantaseaba con ella desnuda. El día
que estuve hurgando en su habitación también puede ver toda su colección de
lencería. Era más sexy de lo que me podía imaginar. Tenía multitud de tangas,
ligueros y sujetadores y bragas transparentes. Desde entonces me obsesionaba la
idea de poder ver un poco de su sujetador a través de su escote o el tanga por
encima de su falda.
Cuando ocurrió lo que os quiero relatar yo llevaba unos 6
meses sin tener relaciones con ninguna chica. Para compensarlo, mataba las
noches masturbándome viendo películas porno. Aprovechaba cuándo mi madre se iba
a dormir para desnudarme en el sofá del salón y pajearme tranquilamente.
Aquella noche puse una de mis películas favoritas. No tardé
mucho en excitarme y rápidamente me quité toda la ropa y la tiré al suelo. Me
senté en el sillón y empecé a tocarme la polla, que ya estaba completamente
empinada. Llevaba unos cinco minutos pajeandome ante el televisor cuando de
pronto oí una voz que venía de detrás de mí.
"¿Se puede saber que estás haciendo?"
Era mi madre. Debía de haber hecho demasiado ruido con mis
gemidos o debía tener la tele demasiado alta y mi madre se había despertado. Un
sudor frío me recorrió la espalda, intenté taparme pero no tenía nada cerca y
sólo acerté a taparme el pene con las manos. Mi madre se acercó y se sentó junto
a mí. Llevaba puesto un camisón transparente y debajo una braguita muy pequeña.
"Eres un guarro hijo, ¿tú te crees que es normal lo que estás
haciendo?"
"Lo siento mamá" dije yo, muerto de vergüenza.
Mi madre parecía muy enfadada, pero al ver que yo me sentía
tan avergonzado por la situación empezó a cambiar su actitud hacia mi. Se acercó
un poco más y empezó a acariciarme la cabeza.
"No te preocupes hijo, esto es algo normal. Además ya sé que
llevas un tiempo sin tener relaciones sexuales con ninguna chica. Es normal que
necesites desahogarte de vez en cuando"
Sus palabras me tranquilizaron un poco. Miré a mi madre que
me estaba mirando fijamente a los ojos. Tenía la misma mirada de orgullo hacia
su hijo de siempre. En ese momento me volví a fijar en su camisón. La tela
transparentaba y podía ver sus pechos y unos grandes pezones marrones. Mi madre
seguía acariciándome el pelo. Entonces con la otra mano empezó a acariciarme el
pecho.
"Hay que ver mi hijo lo fuerte que está. Me gusta como te
queda todo el cuerpo depilado hijo mío, estas muy guapo. No entiendo como no
tienes novia, cualquier chica se volvería loca por un chico tan guapo cómo tú".
Aquellas palabras me hicieron gracia y ayudaron a aliviar un
poco más la tensión del momento. Aunque no podía olvidar que seguía desnudo
delante de mi madre. Ella seguía acariciando mi pecho, cada vez con más
intensidad. Su mano fue bajando hasta tocar las mías, que seguían cubriendo mi
miembro.
"No te veía desnudo desde que eras un niño. Ya debes estar
hecho todo un hombre. A ver déjame ver, también te depilas los pelos de ahí
abajo?".
"Si" dije yo.
Aparté mis manos para que mi madre pudiese verlo. Debido al
susto de antes, mi pene estaba flácido y caído entre mis piernas. Mi madre lo
miró y lo cogió con su mano.
"Mamá, pero que estas haciendo?" dije con evidente sorpresa.
"No te puedo dejar así hijo, por mi culpa no has podido
acabar la paja que te estabas haciendo" respondió mientras empezaba a subir y
bajar la mano.
No me lo podía creer, mi propia madre me estaba masturbando.
Al principio tuve una sensación muy rara, pero debido al grado de excitación que
tenía y al movimiento que hacía mi madre, el pene se me puso duro otra vez.
Estaba empezando a sentir placer por la paja que me estaba haciendo mi madre.
Ella seguía pajeandome lentamente, subía y bajaba su mano con
suavidad pero agarrándome fuertemente el pito a la vez. Me incliné hacía atrás y
cerré los ojos disfrutando del momento, olvidando que era mi madre la que me
estaba masturbando. En ese momento tenía la polla en su máximo extensor que eran
casi 22 centímetros y soltando gran cantidad de líquido preseminal.
"Hay que ver que polla tiene mi hijo" dijo acelerando un poco
el ritmo de su mano.
Yo seguía gimiendo con los ojos cerrados inmerso en una gran
sensación de placer. Mi madre me animaba y sonreía satisfecha mientras movía su
mano cada vez más rápido. Me acariciaba el pelo y me susurraba al oído lo guapo
y lo machote que era y me animaba a disfrutar la situación. Se sentía feliz por
poder satisfacer a su hijo una vez más, aunque fuese de una forma distinta a la
que podía hacer cualquier madre.
Ya llevábamos casi cinco minutos con la paja cuando mi madre
dijo:
"Hay que ver que aguante tienes hijo. Si que tardas en
correrte. Que machote que es mi hijo, seguro que vuelve locas a todas las chicas
con esta polla que tiene" repetía sin apartar la mirada de mi rabo. Tenía una
gran sonrisa en su cara y los ojos le brillaban.
Iba acelerando el ritmo de su mano cada vez más, pero yo me
aguantaba todo lo que podía para no correrme. Quería disfrutar de ese momento
increíble el máximo de tiempo. Entonces mi madre bajó la cabeza y se metió mi
polla en su boca mientras seguía aguantándola con una mano. Empezó a subir y
bajar su cabeza, tragándose mi verga cada vez más hasta el fondo, succionándola
fuertemente y jugueteando con su lengua en mi capullo.
"Mamá… pero que haces?" dije ahogando mis palabras en un
largo gemido de gusto. Quería decirle que parara, que eso que estaba haciendo no
era lo correcto. Una madre y un hijo no deberían estar haciendo eso, pero era
tal el placer que me estaba proporcionando la boca de mi madre que no pude
soltar palabra. Sólo pude gemir.
Siguió chupándomela un buen rato. Sus gruesos y húmedos
labios abrazaban suavemente mi polla. Con la otra mano acariciaba mis huevos con
sumo cuidado, sin querer hacerme daño.
"Te gusta como lo hago hijo?" dijo mi madre separándose de mi
miembro.
"Si mucho, mamá, lo haces muy bien" contesté yo con la
respiración entrecortada.
Mi madre seguía agarrándome la polla con su mano, sin parar
de moverla para que no bajara la erección. Le halagaba que yo estuviese
disfrutando tanto con lo que me estaba haciendo y su cara reflejaba
perfectamente su satisfacción. Me dio un beso en la mejilla y me dijo que me
quería mucho, todo eso sin soltar mi miembro.
Entonces se levantó y se quitó el camisón, quedándose sólo
con las bragas puestas. Sus tetas parecían aún más grandes, tenía los pezones
completamente erectos y aunque estaban un poco caídas, en ese momento me
parecieron los melones más apetecibles del mundo. Luego se quitó las bragas y
por fin pude ver su coño. Tenía una impresionante mata de pelo negro y me pude
dar cuenta que lo tenía bastante mojado. La mamada que me había estado haciendo
la puso muy cachonda.
Sin decir nada se acercó y se puso encima de mí. Cogió mi
polla con la mano y se la metió por su húmedo coño. ¡Mi madre me iba a follar!
Me parecía increíble pero estaba tan cachondo que no dije nada y la dejé hacer.
Empezó a mover su culo arriba y abajo, cabalgando mi erecta polla apoyándose con
los brazos en mis hombros. Sus tetas me bailaban justo delante de mi cara y no
pude evitar empezar a chuparlas y sobarlas con las manos. El culo de mi madre se
clavaba cada vez más profundamente en mi polla, su ardiente coño se deslizaba
sin parar por mi dura verga y ella gemía placenteramente. El movimiento de mi
madre era lento y suave, como queriendo disfrutar de ese placer sin prisas. Yo
la dejaba hacer a su ritmo, para que disfrutase de ese momento como ella más
desease, apenas me movía y dejaba que mi madre disfrutara de mi verga a su
antojo.
En ese momento sentí como su cuerpo se estremeció. Noté unas
contracciones en su vagina y un chorro húmedo y caliente cayendo sobre mi polla.
Dio unos gemidos un poco más intensos y su cuerpo se volvió a relajar. Casi sin
hacer ruido, disfrutando de mi miembro a su ritmo, mi madre se acababa de
correr. Le había proporcionado un orgasmo a mi querida madre.
Se levantó separándose de mí y se sentó a mi lado. Se quedó
con las piernas totalmente abiertas. Tenía el coño totalmente mojado, chorreando
de fluidos y con los labios todavía bien abiertos. Seguí tocándome la polla con
movimientos suaves para que no me bajara la erección mientras miraba el coño
húmedo y caliente de mi madre que apuntaba hacía mí. Ella me acarició el pecho y
dijo:
"Venga machote, folláte a tu madre, córrete dentro de mí".
No me lo pensé dos veces. La agarré y la puse a cuatro patas
en el sofá. Yo me puse de rodillas detrás de ella de modo que su enorme culo
quedaba enfrente de mí. Tenía dos nalgas enormes ahí enfrente con un coño mojado
y peludo en medio pidiéndome guerra. La agarré bien de su trasero y empecé a
besar y lamer sus carnes. Mi madre gemía de placer pidiéndome que se la metiera
ya mientras yo seguía disfrutando de su culo. Luego sin dejar de cogerla con una
mano, acerqué mi polla con la otra y se la metí.
"Oh si, hijo mío, así, así, hasta el fondo…"
Su vagina estaba tan abierta y húmeda que mi miembro entraba
con facilidad. Mi madre estaba ardiendo de placer pidiendo que la taladrara a
fondo. Entraba y salía de dentro de ella rápido y sin descanso. La agarraba
fuertemente por las nalgas en cada embestida para poder clavarla más hondo.
"Si, si, que polla tiene mi hijo, que gorda, mmmm…" gritaba
de placer doblando su cabeza hacia atrás.
Me encantaba el cuerpo de mi madre moviéndose al ritmo de mis
culadas. Apretaba sus carnes fuertemente para que no se me escapara ni un
centímetro de ella. Sus pechos colgaban bailando a mi son, menos cuando los
agarraba y apretujaba contra su cuerpo.
Nuestros movimientos eran cada vez más intensos. Yo intentaba
metérsela más y más hondo aún sabiendo que era imposible mientras mi madre gemía
y gritaba desesperadamente que no parara. Su cuerpo estaba fundido en el mío
disfrutando al máximo de ese gozo.
Tenía los huevos a punto de estallar aunque intentaba
aguantar todo lo que podía para que ese momento no acabara nunca. Mi madre
estaba sin aliento, se había corrido una vez más y ahora gemía más suavemente,
aunque seguía moviendo su culo al ritmo que yo marcaba, disfrutando todavía de
mi verga. Apretaba su culo contra mí en cada embestida que daba yo, como
queriendo disfrutar al máximo de cada centímetro de mi polla. En ese momento
empecé a notar que estaba a punto de correrme y que no podría aguantar ni un
minuto más. Mi madre también lo notó y dijo:
"Venga hijo córrete ya, no hagas esperar a mamá"
"Ya voy mamá, un poquito más por favor…" contesté entre
gemidos.
Entonces saqué mi polla de dentro de mi madre, la puse entre
sus nalgas y las apreté para que atraparan mi miembro y seguí moviendo el culo.
Tenía la polla cubierta de fluidos lo que ayudaba a que deslizara mejor entre
las nalgas de mi madre. Apreté bien sus carnes en mis dos últimas embestidas y
lancé una gran corrida que cubrió toda la espalda de mi madre. El grito que
solté resonó por toda la casa. Todavía solté dos o tres lecherazos más tan
grandes como el primero. Había sido una corrida muy intensa, mi leche cubría
toda la espalda de mi madre y empezaba a caer hacia los lados de su cuerpo.
"Mmmmm, que calentita…" dijo ella levantándose.
Yo me había tirado hacía atrás tumbándome en el sofá agotado.
Mi madre se acercó a mí desnuda, me dio un beso en la mejilla y dijo:
"Límpiate y vete a dormir, buenas noches hijo"
Y se fue desnuda con su ropa en la mano. Yo me quedé unos
minutos más en el sofá, estaba destrozado del gran polvo que acababa de echar y
asombrado por lo ocurrido. Estuve pensando unos minutos en lo que había pasado
intentando despejar mi cabeza.
A la mañana siguiente mi madre me preparó el desayuno cómo
cualquier otro día. No mencionó para nada lo ocurrido la noche anterior ni yo
tuve valor para sacar el tema. Eso si, tenía una gran sonrisa en su cara y
llevaba puesto el mismo camisón transparente… sin nada debajo.
sábado, 5 de enero de 2013
Relato nº 19: Mi madre me ayuda a estudiar.
No es que yo fuese mal estudiante, al contrario, solo me habían quedado dos o tres asignaturas como a cualquier otro alumno. Como a muchos otros chicos de mi edad, las hormonas nos alteraban un poco y era difícil concentrarse en clase si a la chica que se sentaba delante tuyo se le asomaba un poco el tanga por encima del pantalón.
Mi rutina durante aquél verano había
sido pasarme la mañana en la piscina de mi urbanización bañándome y jugando al
fútbol. Por las tardes, después de comer y ver un poco la televisión, tenia que
estudiar tal y como le había prometido a mi madre para sacarme las asignaturas
que me quedaban pendientes.
La verdad es que lo que tenía que
estudiar no era demasiado difícil, así que me podía permitir el lujo de pasarme
la mayor parte del tiempo de estudio distrayendome con otras cosas. Leía cómics,
jugaba con videojuegos y sobretodo, como os podréis imaginar, me masturbaba casi
cada día. Ese era mi pasatiempo favorito desde que había descubierto los
placeres del onanismo hacía apenas un año.
A mi padre se le habían acabado las
vacaciones y se pasaba casi todo el día fuera de casa trabajando. Mi madre a esa
hora estaba medio dormida en el sofá viendo la televisión y luego se ponía a
hacer las tareas de la casa. Así que disponía de un buen rato para disfrutar
machacandomela en mi habitación sin que nadie me molestase, ya que mi madre
nunca entraría sin llamar antes.
Tenía a mano los ejemplares de Interviú
que mi padre solía comprar cada semana. Yo me esperaba a que mi madre los
pusiese en la bolsa donde estaban el resto de periódicos y revistas para su
posterior reciclaje. Antes de ser lanzadas a la basura, me apropiaba de las
revistas y las guardaba en mi habitación en un lugar seguro sin que nadie se
diera cuenta.
Como muchas otras tardes aquél mes de
agosto, el día de los hechos que os quiero narrar y que definitivamente
cambiaron mi vida para siempre, yo ya tenía un ejemplar de Interviú sobre mi
mesa. Estaba abierto justo donde se mostraban las fotografías de la famosilla
televisiva de turno en estado de semi-desnudez. Yo ya estaba excitado y el bulto
de mi polla se notaba debajo del bañador que aún llevaba puesto de por la
mañana.
No necesitaba mucho más para excitarme.
Ya venía bastante caliente después de haber pasado la mañana en la piscina
contemplado las chicas y mujeres que tenía como vecinas en la urbanización. Me
encantaba verlas en bikini, aunque ellas seguro que no se hubiesen mostrado así
ante mi si hubiesen sabido los pensamientos lascivos que recorrían mi mente al
verlas.
Con la sangre fluyendo rápidamente hacia
mi pene, me dispuse a bajarme ligeramente el bañador y dejar mi miembro viril
saltar libremente. Sin apartar la vista de la guarrilla de la revista, empecé a
masturbarme suavemente. No llevaba apenas ni dos minutos cuando oí que llamaban
a la puerta.
-Javi, ¿puedo pasar?- escuché
reconociendo sin duda la voz de mi madre.
"Mierda", pensé mientras volví a subirme
el bañador rápidamente y a esconder la revista entre los apuntes de la
asignatura.
-Si, si, pasa mamá- le contesté
intentando calmar los nervios del momento.
Inmediatamente mi madre entró y no vio
otra cosa que a su querido hijo estudiando como un buen alumno aplicado.
Por aquel entonces, mi madre tenía 43
años. No la podría describir de otra manera que no fuese la de la típica
cuarentona bien conservada. Le gustaba mucho el deporte y eso le había dejado un
cuerpo duro y macizo. Que yo, al igual que con las otras mujeres de la piscina,
había podido disfrutar contemplando.
Recuerdo sobretodo un bikini que solía
ponerse. La tela era fina y de color claro y se transparentaba mucho cuando
estaba mojado. Claramente podías verle sus grandes y marrones pezones y los
negros y abundantes pelos de su coño. Tenía un par de tetas increíbles, grandes
y bien colocadas. El vientre prácticamente plano y un culo gordo pero
perfectamente tonificado por muchas horas de aerobic.
Me sorprendió verla ahí en mi
habitación, ya que nunca entraba mientras yo estaba estudiando. Su aspecto era
bastante menos seductor que en la piscina, ya que estaba cubierta por la bata
ancha abotonada por delante que solía ponerse para estar más cómoda en casa. Su
morena y ondulada melena estaba recogida con una practica coleta.
-¿Qué, como lo llevas?- dijo acercándose
a la mesa. Se colocó justo a mi lado, su cara acercándose a la mía y mirando mis
apuntes.
-Eh... bien, bien... - contesté yo un
poco preocupado por si mi madre pudiese descubrir la revista que se ocultaba
bajo mis apuntes.
-Tu no te preocupes hijo, ya verás como
lo apruebas todo- dijo intentando tranquilizarme.
Mi madre siempre se había preocupado
mucho por que yo fuese un buen estudiante. Aquél curso, el hecho de que yo
hubiese suspendido tres a final de curso le había disgustado bastante ya que era
la primera vez que debía recuperar algo en septiembre. Se había pasado todo el
verano insistiendo mucho en que le dedicase las horas necesarias al estudio,
aunque su tono en ese momento era más bien conciliador. Muy distinto a como me
había hablado en días anteriores.
-Ven un momento, siéntate conmigo aquí
en la cama. Tenemos que hablar- me pidió cogiéndome de la mano.
Me levanté y en ese momento el bulto en
mi bañador era bastante evidente. Me sonrojé un poco al comprobar que mi madre
se había dado cuenta e hice lo que pude para taparme con las manos. Me senté a
su lado en la cama y esperé expectante a lo que me tenía que decir.
-Mira Javi, he estado pensando... bueno,
es que ya tienes una edad... - parecía que le costaba encontrar las palabras -
Te vas haciendo mayor, y un chico de tu edad va sintiendo cosas nuevas y bueno,
empieza a tener unas necesidades que antes no tenía...
En ese momento yo no tenía ni idea de
que quería decirme mi madre, y la miraba sorprendido. Ella lo volvió a intentar.
-Bueno, es que esta mañana en la
piscina... me he dado cuenta de como mirabas a las mujeres en bañador. Ya te
estas haciendo todo un hombre y es normal que empieces a ver a las chicas de esa
manera.
-Yo, es que... bueno... no puedo evitar
mirarlas, no lo hago con mala intención - intenté disculparme pensando que mi
madre me estaba echando la bronca.
-No, no. Si no pasa nada porque mires.
No te preocupes mi niño, ese no es el problema - contestó ella acercándose a mi
y pasándome una mano por encima del hombro -. Lo que pasa es que ahora es muy
importante que estudies y todas esas cosas te pueden desconcentrar.
-Bueno mamá, pues no iré más a la
piscina. Me quedaré aquí estudiando.
-No, no es eso. Lo que te estoy diciendo
es que tienes que aprender a descargar todos esos sentimientos que tienes cuando
estás en la piscina.
Ahí si que ya me perdí y miré a los ojos
a mi madre bastante confundido. Ella hizo un esfuerzo final y me habló lo más
claro que me había hablado nunca.
-Javi, ¿tú sabes lo que es una paja?
Me quedé de piedra. No me podía creer
que me acabase de preguntar eso. Me asusté un poco pensando que mi madre
descubriría lo de las revistas Interviú y se enfadaría mucho, así que le mentí.
-No, no. No sé lo que es- dije mirando
al suelo avergonzado.
Supongo que ella me creyó, y no era de
extrañar ya que seguía viéndome como a un niño y estoy seguro que creía que yo
no era capaz de masturbarme aún. Siempre me había sobreprotegido mucho y mi
aspecto físico tampoco ayudaba que me tratase como a un adulto, ya que a pesar
de tener catorce años ya, mi estatura y complexión física eran más propias de un
niño.
Se quedó pensativa unos instantes y
finalmente me dijo:
-Ahora mismo, a tu edad, tienes las
hormonas a tope y necesitas darte un pequeño alivio de vez en cuando. Ya verás
como después de hacerte una paja estarás mucho más relajado y podrás
concentrarte mejor para estudiar- La lógica de mi madre era aplastante.
-A ver, ¿tú sabes como se hace una
paja?- me preguntó y yo ni siquiera contesté de pura vergüenza que tenía.
-¿No?- se quedó callada por unos
instantes - Bueno, yo te enseño la primera vez. Pero luego tendrás que hacerlo
tu solito, ¿vale?
-Venga Javi, quítate el bañador- me
pidió.
Sin rechistar la obedecí y me levanté.
Dejé caer el bañador al suelo y mi verga asomó dura apuntando hacía el techo.
-Mira, si no me extraña. Como te vas a
concentrar si tienes toda la sangre del cerebro ahí abajo- dijo mi madre
sumamente sorprendida por el grado de erección que ya tenía mi miembro-. Ven,
siéntate, que ya verás lo relajado que te quedas después.
Me senté y mi madre me ayudó a quitarme
la camiseta que llevaba puesta. Luego me hizo tumbarme. Se inclinó un poco a mi
lado y se quedó mirando mi polla, que palpitaba dando pequeños toques en mi
estómago. No me podía creer lo que estaba a punto de hacerme, aquello parecía un
sueño.
Por fin su mano agarró firmemente mi
pene erecto y empezó un suave masaje masturbatorio. La sensación de su mano en
mi pito era genial, era la primera vez que una mujer me tocaba ahí y aquello era
gloria bendita. La paja era suave pero a un buen ritmo, como la haría toda una
experta.
-La tienes muy grande y dura para tu
edad- dijo con orgullo, tal vez pensando en lo mucho que podía llegar a crecer
aún.
-¿Te gusta la paja Javi? Tu cierra los
ojos y disfruta.
-Si mamá...- contesté con un hilo de
voz.
Pero la verdad es que no podía cerrar
los ojos. Ver a mi madre haciéndome una paja me ponía más cachondo aún. Sus ojos
no apartaban la vista de mi miembro y su mano se movía sin descanso. Pero lo
mejor era ver sus pechos bamboleándose debajo de la bata debido al movimiento de
su brazo. Los primeros botones estaban desabrochados y tenia una buena vista de
su canalillo. Claramente se podía apreciar que no llevaba sujetador.
No puede evitar empezar a gemir
levemente, aquello me estaba encantando. Mi madre respondió acelerando un poco
el ritmo lo que hizo que aún sintiese más placer.
-Me gusta mucho mami, no pares por
favor- susurré gimiendo.
Mi madre sonreía satisfecha de ver a su
hijo disfrutar tanto gracias a ella. Volvió a acelerar el ritmo agarrando
fuertemente mi polla, seguramente a sabiendas de que no me faltaba mucho para
eyacular.
El ritmo de la paja era cada vez más
rápido y yo ya empezaba a sentir la tensión en mis huevos. La descarga era
inminente.
-¡¡Aaaah!! ¡¡¡Aaaaaaaaaah!!!- grité
cuando grandes chorros de semen salieron disparados hacia mi cuerpo.
Fue una corrida brutal. Creo que hasta
ese momento nunca me había corrido con tal abundancia. Tenía el pecho y el
estómago cubiertos de lefa caliente. Algunos chorros incluso habían llegado a
impactar en mi madre, manchando su bata y su brazo. Ajena a ello, mi madre
seguía exprimiendo mi polla hasta que logró sacar la última gota de semen. Yo
estaba totalmente extasiado, cerré los ojos y pude escuchar los fuertes latidos
de mi corazón.
-No te muevas, no quiero que manches la
cama- dijo mi madre volviéndome a la realidad-. Voy a limpiarte esto con algo.
Se levantó y miró a su alrededor
buscando un pañuelo o algo. Yo cogí mi camiseta e hice ademán de irme a limpiar
con ella pero mi madre me lo impidió.
-No seas guarro Javi, con eso no.
Espera.
Acto seguido metió sus manos por debajo
de la bata y se empezó a bajar las bragas. Ver sus braguitas deslizándose por
sus ricos muslos fue una visión sumamente erótica. Luego se acercó con su
improvisado trapo y empezó a limpiarme el semen pegado a mi cuerpo. Apenas le
presté atención a eso ya que no podía dejar de pensar que en ese instante mi
madre estaba totalmente desnuda debajo de la bata.
-Bueno, pues esto ya está. ¿A que te has
quedado relajadisimo? - yo asentí sonriendo.- Ahora vístete y ponte a estudiar.
Ya verás como ahora estás mucho más concentrado. Yo me voy a duchar, estoy
sudando.
Me dio un beso en la comisura de los
labios y salió de mi cuarto con las bragas empapadas de semen en la mano.
Aún confundido por lo que acababa de
sucederme, me levanté y me fui a sentar a la silla sin ni siquiera vestirme. No
me podía quitar de la cabeza la visión de mi madre haciéndome una paja. Tan
excitante había sido que mi pene seguía en estado de erección. Intenté
concentrarme y ponerme a estudiar pero en mi cabeza rondaba una idea perversa.
-¡Mamá!¡Mamá! - grité para que me
pudiese oír desde el baño. -¡Ven un momento!
Al minuto apareció mi madre envuelta en
una toalla de baño que cubría lo justo. Se había soltado el pelo y su melena
lucía preciosa.
Yo estaba ahí sentado con las piernas
separadas y mi polla en alto. Al verme así mi madre sonrió, seguramente
anticipándose a lo que le iba a decir.
-Mira mamá, esto todavía esta así.
¿Porqué no me haces otra paja de esas a ver si se me queda más tranquila?- dije
mirando al suelo con mucha timidez.
-A ver Javi, es que no podemos pasarnos
toda la tarde así. Tienes que estudiar que los exámenes son la semana que viene-
se acercó y se quedó un poco pensativa mientras miraba mi verga -. Mira, vamos a
hacer una cosa. Tu sigue aqui sentado estudiando que yo me quedo a tu lado
haciéndote cositas, ¿vale?
Sin esperar mi respuesta se arrodilló y
empezó a meneármela otra vez. Yo intenté concentrarme en los apuntes pero era
imposible con semejante hembra a mis pies dándome placer. Mi madre me pajeaba
con ritmo intenso y yo no podía dejar de mirarla. En un momento dado, ella miró
hacia arriba y me vio ahi embelesado.
-Oye, que te he dicho que estudies- dijo
sonriendo-. Tu a lo tuyo y yo a lo mío.
Siguió un poco más pero volvió a mirar
hacia mi y dijo:
-Esta claro que así no vas a estudiar.
Lo mejor va a ser que saques toda la leche ya y así luego sigues más tranquilo.
Voy a probar una cosa, ya verás como te gusta.
Acto seguido mi madre le dio un par de
sacudidas más a mi polla y se la metió en la boca. La rodeó con su lengua y bajó
hasta metérsela por completo. En otras palabras, que mi madre empezó a
chupármela como una auténtica puta. En ese momento sentí como una descarga
eléctrica recorriendo mi espalda, y no me corrí justo al instante porque hacía
menos de cinco minutos que había soltado la mayor corrida de mi vida.
Sin dejar de agarrarme la polla con su
mano derecha, la cabeza de mi madre subía y bajaba recorriendo todo mi falo. Su
caliente saliva ayudaba a facilitar el deslizamiento.
-¿Pero qué me haces mamá? ¿Qué me
haces?-. Gemí yo totalmente sumergido en placer.
Mi madre solo respondió con gemidos y
acelerando el ritmo de su mamada. Con la otra mano me agarraba los huevos. Lo
más increíble era que mi madre parecía estar disfrutando casi más que yo.
Cuando ya parecía que aquello no podía
mejorar mi madre separó su boca de mi verga. Me miró a los ojos sonriendo, su
mirada brillaba de alegría. Mi polla, reluciente cubierta de saliva, apuntaba
hacía ella más dura que nunca.
-¿Te está gustando mi niño?-. Preguntó
ella, aunque la respuesta era obvia -Pero parece que ahora te está costando
correrte más que antes... a ver, vamos a probar con esto.
Entonces se quitó la toalla y por
primera vez pude ver a mi madre totalmente desnuda. Ahí de rodillas en el suelo
frente mi, contemplé sus preciosas y enormes tetas y su rico y peludo coño. El
tono rosado de su raja se distinguía claramente entre la mata de pelo negro. Sin
duda estaba tan excitada como yo.
Se acercó un poco más a mi, agarró mi
polla y se la puso suavemente entre sus tetas. Empezó a masturbarme haciéndome
una deliciosa cubana que solo había visto hacer en películas porno. Mi polla se
deslizaba fácilmente gracias a la saliva y el liquido preseminal que la cubría.
¿A que te gustan las tetas de mami? ¿A
que si?-. Dijo mientras aceleraba el movimiento -Pues ahora las vas a probar...
No me lo creí cuando se levantó y acercó
sus melones a mi cara. Casi por instinto, los agarré con la mano y empecé a
chupar sus pezones mientras ella me apretujaba la cabeza contra ella.
-Mmmmmm siii... chúpale las tetas a
mamá... me gusta... mmmmmm...
Noté como su mano acariciaba suavemente
mi polla y parecía querer acercarla hacia ella. Me separé de sus tetas y me fijé
en que parecía que mi madre quería meter mi pene en su coño.
-Mamá... no podemos hacer eso. Soy tu
hijo.
-Mira Javi, ya va siendo hora de que te
hagas un hombre. Luego me lo agradecerás.
Sin rechistar más, fue pasando la punta
del glande por su rajita húmeda. Sus pelos me hacían cosquillas. Ella gemía
suavemente. Lentamente fue introduciendo mi polla hasta que se acomodó dentro de
su vagina. Luego empezó un lento movimiento de su culo. Mi madre me estaba
follando sentada encima de mi.
Yo estaba paralizado sin saber que hacer
mientras ella seguía moviéndose. Me abrazaba y gemía a mi oído. Me besó
suavemente en la mejilla. Yo, increíblemente, aguantaba sin correrme aunque esa
era la primera vez que estaba dentro de una mujer. Mi madre cogió mis manos y
las puso en su culo. Fui consciente de lo que me estaba pasando y agarré fuerte
de sus nalgas y acompañando sus movimientos le clavaba la polla lo más hondo que
podía dentro de su coño.
-Mmmmmmm... así muy bien Javi... que
rico... Estás aguantando como un machote...
Me dio un ligero pico en los labios y se
levantó. Pero aquello no había acabado, se dio la vuelta y me ofreció su
precioso culo. Con la mano me ayudó a volver a meter la polla dentro. Apoyándose
con los brazos en la mesa movía su culo follándome mientras yo seguía sentado en
la silla.
Aquello era increíble. Su generoso culo
moviéndose encima de mi polla. Sus gemidos, cada vez más fuertes, me volvían
locos. Yo la agarraba por las caderas e intentaba clavar mi polla con fuerza
pero en aquella postura era difícil moverse. Decidí levantarme y reclinar a mi
madre un poco más encima de mi mesa. Mi madre aceptó un poco sorprendida y así,
en esa postura, empecé a bombear lo más fuerte que pude.
-¡¡¡¡Oooooh siiiii!!!! Dame así Javi...
siii, que rico...- Gemía ella desesperada mientras que yo, como poseído, la
follaba sin parar.
Como podía, mi madre se agarraba de la
mesa. Sin querer ella iba moviendo mis apuntes del colegio hasta que en un
momento dado, al mover un poco una carpeta, apareció la revista Interviú debajo.
De golpe, mi madre paró y se separó de mi.
-Pero bueno Javi, ¿ qué hace esto aquí?-
me preguntó enseñándome la revista. Yo estaba avergonzado y pensaba que la
aventura con mi madre iba a acabar por haberla mentido antes. -Yo pensando que
aún eras un niño y tu con estas cosas... ¿a que te estabas haciendo una paja
cuando he entrado antes en la habitación?
Yo contesté que si con la cabeza y
muerto de la vergüenza me tapaba el pene aún erecto con las manos. Mi madre me
miró y se rió.
-Si no pasa nada, soy yo la tonta por
haberme pensado que aún eras un niño. Pero me acabas de demostrar que ya no lo
eres. Ven, vamos a terminar esto para que puedas seguir estudiando- dicho esto
me agarró el pene y me dio un beso en la boca, metiéndome la lengua. -Ven, vamos
a la cama- y sin soltarme la polla me guió hasta allá.
Se tumbó con las piernas abiertas
ofreciéndome su coño mojado y abierto. Yo me puse encima suyo y sin esperar un
segundo se la metí y empecé a follarmela. Sabía que iba a aguantar poco tiempo
más antes de correrme.
-¡¡Oooooh siiiiiii... follame Javi,
follame!! Que tu padre hace 3 meses que no me folla... follame Javi. ¡¡Lo
necesitooo!! -gritó desesperada.
¿Como podia ser tan estúpido mi padre
como para dejar sin sexo a semejante hembra caliente durante 3 meses? La verdad
es que no me importaba mucho. Ahora era yo el que estaba follando con mi puta
madre. Me alcé un poco con los brazos para tener mejor vista. Los pechos de mi
madre se movían al ritmo de mi follada, ella estaba gozando como una loca. Ya
casi estaba a punto de correrme, empecé a sentir la presión del semen subiendo
por mis huevos.
-No puedo más mamá... me voy a correr
ya...
-No te corras dentro Javi, sácala...
Rápidamente saqué la polla, le di un par
de sacudidas y un gran chorro de semen salió escupido con fuerza. Tanta que
llegó hasta la cara de mi madre. Los siguientes chorros fueron saliendo con
igual de energía cayendo por todo su cuerpo mientras yo gemía de gusto. Mi madre
también gimió al sentir la lefa caliente en su cuerpo.
Acto seguido caí rendido al lado de mi
madre. Ella se reía por como la había dejado. No me fijé mucho, pero debía ser
algo digno de ver. Mi madre completamente cubierta por la leche de su propio
hijo. Se estiró hasta alcanzar la toalla que estaba en el suelo y se limpió un
poco.
-Vaya corrida Javi... más que la primera
vez-. Dijo mientras se tumbaba a mi lado y me cogía del brazo. -¿Te ha gustado,
verdad?
Yo asentí con la cabeza y entonces nos
besamos. Estuvimos morreandonos un buen rato, los dos desnudos en la cama.
Pasados unos minutos mi madre se levantó, haciéndome volver a la realidad.
-Bueno, me voy a duchar. Tu ponte a
estudiar.- Me dio un pico y se fue.
Yo me quedé dormido mientras escuchaba
el ruido del agua en la ducha.
Una media hora después me desperté. Me
vestí y salí al salón. Mi madre estaba en la cocina preparando la cena. Volví a
mi cuarto y me puse a estudiar tal y como había prometido a mi madre.
Aquella fue mi primera vez, pero no la
última que me follé a mi madre...
viernes, 4 de enero de 2013
Relato nº 18: Mi prima Elisabeth, segunda parte.
Debo confesar que en ese momento pensé que iba a llegar al clímax del placer. Sin embargo, conseguí contenerme y asentir con la cabeza.
Lentamente, se acercó hacia mí y fue arrodillándose lentamente. Me susurró:
-Te voy a hacer la mejor mamada de tu vida.- Lo cierto es que iba a ser la primera, puesto que mi experiencia en materia de mujeres era más que nula.
Me bajó los pantalones poco a poco y deslizó sus manos por el bulto que sobresalía de mis calzoncillos. No podía creerlo, mi prima estaba a punto de chupármela.
La cogió entre sus cálidas y sedosas manos y, lentamente, comenzó a deslizar la piel arriba y abajo, una y otra vez, a un ritmo constante. tras un par de minutos, me dijo:
-Primo, ¿quieres probar mi lengua?- a lo que yo respondí:
-Por supuesto, primita.
Sin mas dilación, Elisabeth comenzó a proporcionarme el sexo oral más placentero que jamás alla tenido. Su cavidad bucal era un paraiso de la humedad y el placer carnal, solo apto para unos pocos elegidos; en aquel momento, yo.
Notaba como mi miembro se hinchaba más y más, hasta casi explotar. Era una sensación increíble, nunca antes experimentada por mí, un inberbe e inexperto adolescente.
Cuando sentía que estaba a punto de correrme, me dijo:
-Tranquilo primo, que ahora viene lo mejor.-
Sin alterar en ningún momento su cara de viciosa gatita, se incorporó y camino sensualmente hacia el sofá de sky situado al fondo del salón; aquel en el que tantas meriendas familiares habíamos celebrado durante años.
Poquito a poco, se puso a cuatro patas, adoptando una pose solo vista por mi en las habituales webs de contenido erótico. Me dijo:
-Ha llegado el momento. Quiero sentirte dentro de mí. Quiero que me folles como a una perra. Quiero ser tuya esta noche.
Atónito, me situé tras ella y, tomando mi miembro entre mis manos, lo sité en la abertura de su sexo.
-No primo, por ahí no. Recuerda que no tenemos la protección adecuada.-Cierto, carecía de preservativo en aquel momento, sin embargo, ella me brindó la solución.
-Lástima, tendrás que folalrme analmente. Que desgraciada soy, dijo con una sonrisa nunca antes vista en su rostro.-
Yo no podía más, simplemente la introduje por su ano (el cual estaba sorprendentemente lubricado) y comencé a follarmela. Poco a poco fuí incrementando el ritmo de mis embrestidas, lo cuálfue proporcional al ruido de sus gemidos de placer. Como gritaba la muy perra. Una y otra vez introducía mi polla en sumás que experimentado culo, notando el placer desconocido hasta entonces.
Finalmente, cuando estaba punto de correrme, se lo dije, y, con una sorprendente agilidad, se dió la vuelta y comenzo a chuparmela fuertemente.
Ahora era yo el que gemía del gusto.
-Aghh, síiii, sigue nena, sigue y no pares. Aquí viene..
-Damelo todo, quiero que te corras en mi puta boca, joder. Ahh.-Un chorro de leche sorprendentemente chocó contra su paladar, seguido de sendos varios. Ella lo disfrutaba sobremanera, chupando más y más en busca de la última gota de mi esencia prohibida.
Tras tragárselo todo, nos tumbamos desnudos en el sofá, jadeantes. Había sido una experiencia increíble.
Continuará???
jueves, 3 de enero de 2013
Relato nº 17: Mi prima Elisabeth.
Mi prima Elisabeth siempre fue bastante pervertida, la verdad.
Siempre andaba llevando ropa ajustada y, en resumidas cuentas, calentando al personal.
Como podéis observar, tenía un cuerpo de infarto, unas madedias propias de una modelo y unas tetas del tamaño perfecto, tirando a grandes.
Cierto día, tuvimos que quedarnos a solas en su casa, dado que mis tíos habían ido a hacer unas compras al centro.
Me encontraba viendo una peli cuando de repente apareció en el salón de esta guisa, y me dijo:
-Ufff primo, no tienes calor? Yo estoy ardiendo.
Yo, obviamente, me quedé de piedra. Ella era mi prima, por lo que no sabía que decir.
Sin embargo, mi entrepierna hablo por mí.
-Vaya, veo que te gusta lo que ves, primo- dijo con una sonrisa picara dibujada en su rostro.
-Eh.. no, perdona.
- No pasa nada, dijo, es normal. Mira que pedazo de tetas tengo- dijo quitándose el sujetador y dejando a al vistas unos erectos pezones rosaditos.
Continuará...
Siempre andaba llevando ropa ajustada y, en resumidas cuentas, calentando al personal.
Como podéis observar, tenía un cuerpo de infarto, unas madedias propias de una modelo y unas tetas del tamaño perfecto, tirando a grandes.
Cierto día, tuvimos que quedarnos a solas en su casa, dado que mis tíos habían ido a hacer unas compras al centro.
Me encontraba viendo una peli cuando de repente apareció en el salón de esta guisa, y me dijo:
-Ufff primo, no tienes calor? Yo estoy ardiendo.
Yo, obviamente, me quedé de piedra. Ella era mi prima, por lo que no sabía que decir.
Sin embargo, mi entrepierna hablo por mí.
-Vaya, veo que te gusta lo que ves, primo- dijo con una sonrisa picara dibujada en su rostro.
-Eh.. no, perdona.
- No pasa nada, dijo, es normal. Mira que pedazo de tetas tengo- dijo quitándose el sujetador y dejando a al vistas unos erectos pezones rosaditos.
Continuará...
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